“La paz total”, una falacia

Manuel José Álvarez Didyme

La obra “De otras guerras y de otras paces” fundada en la experiencia de su autor como trabajador en el campo humanitario, afirma que la paz se busca no solo por convicción, sino “por necesidad u oportunismo”, o sea que ella no se persigue únicamente por motivaciones nobles o altruistas como muchos creen, sino acorde con los intereses que inspiran al pretendido “pacifista” y la posición que éste tenga frente al conflicto, como viene ocurriendo con los grupos criminales que nos asolan parapetados en un falso discurso de  sometimiento. 
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Así las cosas, la pretensión de dividir al país en dos bandos entre amigos y enemigos de la “Paz Total”, se erige hoy en una falacia que devela el afán de Petro de aparecer ante la opinión como el “único abanderado” del cese de las muchas violencias que nos aquejan, avalado por los que a él se le han unido por cálculo político o en procura  de la abundosa  “mermelada” que brinda el poder, desnudando el auténtico oportunismo de un gobernante falto de convicción sobre la verdadera paz, que pese al multitudinario sentimiento popular de repudio que se siente ante la impunidad con los violentos, cierra los ojos y justifica la continuación del criminoso actuar de aquellos, planteándole al país el maniqueo dilema “¡ O se está conmigo o se es enemigo de la paz !”, que solo beneficia a los criminales.

Instruyendo a renglón seguido a sus corifeos para que atemoricen a quienes declaramos resistencia a la tolerancia con el deshonesto actuar de los responsables de execrables crímenes de lesa humanidad y al ilícito comercio de droga, para que cese nuestro rechazo a “la política de paz a cualquier precio” que se está ofreciendo para graduarse como amigos de la paz y por lo tanto de Petro.

Ante lo cual surgen reflexiones que llevan a relativizar la oportunista aspiración al unanimismo en torno a la supuesta inevitabilidad de esa simplificación maniquea,  ya que somos muchos los que rechazamos  “toda forma de violencia”, al igual que el “perdón y el olvido totales” para aquellos criminales que ofician en la muerte y la destrucción, sea cual sea la justificación que estos invoquen: su anacrónica militancia en el credo comunista; la aspiración a la igualdad y la justicia social que todos anhelamos; la defensa de la propiedad, o cualquier otro de los múltiples “paradigmas” que se aducen para ampararse en ellos.

Porque al margen de cualquier consideración, prima una superior razón de estirpe moral que impide aceptar una equidistancia entre la delincuencia y el Estado: la prevalencia de un concepto de Estado que ha renovado su concepción de los derechos humanos y la predica de la igualdad dentro de la diversidad, sobre el actuar vandálico y criminal de unos grupos  que han hecho de la droga su fuente de financiación, en la más prosaica negación de cualquier noción de humanismo, aclarando sí que el rechazo a la indulgencia con los criminales y la aspiración al orden, a la libertad y sobre todo a la vigencia de la axiología tradicional, no  pueden interpretarse como la aceptación del execrable estado de cosas que vive el país.

 

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MANUEL JOSÉ ÁLVAREZ DIDYME-DÔME

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