País de depravados

Nelson Germán Sánchez

Más de 15 mil menores abusados este año es una cifra abrumadora y detestable. Ese es el dato oficial según el último reporte del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses de Colombia y para algunos pareciera que es un informe más, un dato, un simple cálculo. Obvian por razones que parecen malsanas y perversas que se trata de niñas y niños a los cuales convirtieron en víctimas de violencia sexual, les arruinaron sus vidas y les dejaron una dura cicatriz en su mente, su cuerpo y su alma por siempre.
PUBLICIDAD

15 mil hasta ahora conocidos, porque aún falta que se incluya lo que suceda de octubre a diciembre de 2022, porque el reporte solo da corte de enero a septiembre pasado. Seguramente resultaremos con una cifra escalofriantemente mayor y en miles superior a los 12.194 menores que fueron violentados el año pasado, según el mismo registro. Lo cual quiere decir que sin ni siquiera cerrar este año ya hay cerca de tres mil casos más, lo cual es sin duda de bárbaros.

Lo peor es que ese mismo informe da cuenta de que 1.422 menores, de los 15.823 reportados en los primeros nueve meses de este año, fallecieron de manera agresiva; el año anterior en esas mismas circunstancias lo hicieron 1.321 menores. El rango de edad más crítico es el de los 10 a los 14 años, pues es donde más víctimas se presentan, con cerca de 8.500 casos reportados hasta el momento.

En fin, no es un cuento ni exageración, sino que las mismas cifras oficiales evidencian que la violencia sexual contra menores va en aumento en el país, por lo cual esta parece ser una nación aberrantemente canalla contra sus menores, donde pareciera ni siquiera es menester publicar ni contar ni llamar la atención con la contundencia debida frente a semejante drama de miles de niños, niñas y adolescentes víctimas de esa violencia execrable.

Pese al informe de Medicina Legal, muy poco se ha visto de parte de medios de comunicación, de líderes políticos, de asociaciones, de organizaciones, de los gobiernos nacional y locales exigiendo mayores políticas públicas para frenar ese salvajismo, que se castigue con vehemencia y no se estimule a impunidad con la excesiva justicia de formas y maneras que tenemos. Pareciera existir frente a este escabroso tema una especie de silencio cómplice generalizado, como si ocultar o voltear a mirar a otro lado cuando esto sale a la luz y nos muestra en el espejo lo que somos como sociedad nos disgustara, en vez de llenarnos de indignación y coraje.

Lo que uno siente en algunos líderes y entidades frente a este asunto es una especie de doble moral, de racero a conveniencia para ocultar o no encarar públicamente la situación, como si dejando de lado o metiendo la cabeza entre la tierra para no ver o hacer eco de lo que se requiere en cuanto a mayor educación, sensibilización, concienciación y castigo ejemplar, para con esa conducta enfermiza hacia nuestros menores, esto se desvaneciera por obra y gracia.

Lo preocupante es que en todos los estratos sociales, de todos los niveles educativos e infinidad de espacios privados y públicos nuestros adolescentes y niños están en peligro, no hay un solo lugar o capa social donde se marque una diferencia sustancial, pues en todos ellos las cifras van en aumento en número de agresiones. Ello, sin duda, nos está mostrando de fondo que debemos seguir encarando el tema y no convertirnos silenciosamente en un país de enfermos y depravados contra los menores de edad.

NELSON GERMÁN SÁNCHEZ PÉREZ –GERSAN-

Comentarios