El huerto de los canelos

Puede sonar a lugar común empezar esta nota con una de las más famosas frases del dramaturgo alemán, Bertolt Brecht, con esa que dice que "Hay hombres que luchan un día y son buenos.

Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles"; pero no se me ocurre nada mejor para definir al poeta Hernando Ávila, ya que él luchó toda su vida con una alegría y una pasión sin par que lo hicieron eso, un ser inolvidable, sencillamente imprescindible.

Dije poeta porque ése era su costado más conocido, pero es injusto encasillarlo sólo en tal dimensión, en realidad fue más, fue también historiador, compositor, trovador, promotor turístico y cultural, empresario, mecenas, comerciante, topógrafo, amigo exquisito, anfitrión, orador fúnebre, de verdad fue tantas cosas que apenas le dejaron tiempo para ser también esposo, padre y abuelo. En síntesis, fue un hombre que dedicó su vida a vivirla de una manera intensa y casi única. Alguna vez, para salirle al paso a un coro de voces que le acusaban de malgeniado, se autobautizó como: 'Olafo, el amargado', y llamó a una de sus fincas, El Odín, para que su relato resultara creíble. Allí, en el Odín, desde las alturas de su finca y de su alma, desde donde veía pasar las nubes y los aguaceros, compuso sus mejores poemas a quien fuera su eterna musa: 'San Sebastián de Mariquita'. Una tierra de la cual se enamoró por el color de sus flores, el sabor de sus frutas, y el verde inimitable de sus helechos, a los que le compuso una canción.


Tenía predilección por las frutas exóticas de Mariquita, el Mangostino, el Arazá, el Tamarindo, el Marañón, el Mamey, y la Carambola, entre otras. E hizo de ellas la mejor herramienta para adelantar una gestión diplomática en nombre de Mariquita y conseguir que se vincularan a ella muchas personas. La vida de Hernando, 'Olafo', o el 'pobre mono', que era otro de sus seudónimos, está llena de anécdotas, de historias, de sueños y de proyectos, pero sobre todo, de grandes realizaciones. Siempre que hablé con él tenía una nueva publicación o una nueva empresa cultural. La última vez que nos vimos, me comentó de su proyecto de hacer el huerto de los canelos, en el cual cada niño sembraría un canelo para que se vieran crecer mutuamente.


Tengo muchos recuerdos suyos, pero particularmente dos, ambos ligados a mi adolescencia. Uno, cuando fui a visitarlo para que me patrocinara un espacio radial, 'Música y Turismo', no lo dudó un solo minuto. Y el otro, cuando junto con un grupo de amigos llegué con la idea de hacer un festival de la canción del Norte del Tolima, la cual no sólo acogió sino que se la echó encima como suya. Ese año, 1973, compuso el 'El Mangostino de Plata', y una hermosa oración fúnebre con la cual despidió a mi madre, quien apenas estaba en primavera. Quisiera tener más espacio para testimoniar acerca de Hernando. En realidad fue un ser exquisito y sin par. Como diría Alberto Lleras refiriéndose al maestro Echandía, Hernando fue un hombre idéntico a sí mismo. Vivió en, por y para Mariquita. Allí, en los atardeceres de su atardecer, fueron muchas las veces que habló con Mutis, con Moreno y Escandón, con José León Armero, y con todos los altos robles que poblaban este pueblo, hasta que se fue quedando solo, entonces entendió que su periplo existencial terminaba y que tenía que entregar el testigo. Cuánto dolor. Un fraternal abrazo a Susana, su eterna compañera, a sus hijos Jairo, Darío, Patricia y Luisa.

Credito
GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ

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