Los 100 años del Círculo

Durante muchos años ha sido un lugar de referencia obligado para los jefes de Estado y candidatos presidenciales que han visitado Ibagué, y un centro gravitacional tanto de lo político como de lo social y cultural.

Pocas organizaciones en el Tolima tienen 100 años. A decir verdad, ignoro si existen otras así en nuestra región. De allí que el centenario del club Círculo de Ibagué me merezca toda admiración y respeto. Vivimos tiempos en donde prevalecen las modas y lo efímero, en donde casi todo es desechable y pasajero, es una cultura que genera una sensación de fragilidad y transitoriedad que ya comienza a reflejarse en las relaciones sociales y afectivas contemporáneas.

El Círculo de Ibagué hace ya parte del inventario de activos del Tolima. Durante muchos años ha sido un lugar de referencia obligado para los jefes de Estado y candidatos presidenciales que han visitado Ibagué, y un centro gravitacional tanto de lo político como de lo social y cultural. Es una institución que ha sabido navegar por las aguas turbulentas de la historia patria, gracias a lo que algunas personas consideran un defecto suyo, ser una élite local cerrada, el espacio de reunión de las familias más tradicionales de la capital. Pues bien, es gracias a ello, creo, que el Círculo ha podido sobrevivir a los avatares de la política. Cuando liberales y conservadores se atravesaron el alma a puñaladas, en una ola de violencia que ensangrentó el país, pero particularmente al Tolima, en el Círculo cohabitaron unos y otros en virtud de los amarres que imponen a los impulsos irracionales los vínculos familiares y sociales que allí existían. Pero además, porque cierto espíritu de tolerancia lo inspiró desde sus inicios. Como muchos otros lo han recordado, es célebre el episodio registrado con la visita del general Benjamín Herrera en 1922, con ocasión de la histórica Convención Liberal que él presidió en Ibagué. El líder liberal estuvo en las instalaciones del Círculo y desde allí improvisó un breve saludo a los partidarios que se arremolinaron en sus puertas cuando supieron de su presencia. A pesar de que a los conservadores les disgustó este gesto, manejaron el asunto con prudencia y preservaron las formas que imponían la decencia y la cortesía con los foráneos. Los fundadores de este club dieron en su momento una lección de tolerancia que sus hijos y nietos han sabido honrar.


Hubo una época en que era difícil imaginar un acto social o cultural que no pasara por el Círculo, algo apenas natural si se tiene en cuenta que éste constituía la casa de la élite política y económica. Pero las dinámicas de la política y de la economía, y el crecimiento urbano de Ibagué, modificaron las relaciones locales de poder y el Círculo comenzó a declinar. Posiblemente a consecuencia también de que mientras el mundo cambiaba el club se quedó en el tiempo, y a que muchos de los nietos y bisnietos dejaron la ciudad. Ahora, sin embargo, con ocasión de sus 100 años, pareciera estar cobrando un nuevo aire. Tuve oportunidad de asistir, hace una semana, a una extraordinaria velada sobre el tango, orientada por el tolimense Jorge Eduardo Girón, nieto de uno de los fundadores del club, y resultó gratísimo corroborar que permanece vivo en su seno el interés por la vida cultural, así como el deseo de mantener unidos a los herederos de esas respetables familias. Ojalá lo consigan, y que logren renovarse y adaptarse a una época que es muy diferente a todas las que han existido durante un siglo de vida.


El no ser socio de este club no impide que me sume a sus efemérides, y que por conducto de su presidente, Manuel Ramón Cardozo Neira, un magnífico anfitrión, le desee larga vida a una respetable institución que está indisolublemente ligada a la historia de Ibagué y del Tolima.

Credito
GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ

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