Tolimenses en acción

La principal aerolínea es de un brasilero, el monopolio de la cerveza es sudafricano, las comunicaciones son de un mexicano, el carbón de La Guajira es de un conglomerado económico australiano, suizo, inglés y americano, el oro de Cajamarca es de australianos, el petróleo de canadienses, en fin ni para qué seguir.

    Una de las grandes debilidades de los colombianos es el individualismo exacerbado. Se trata de un defecto que nos dificulta alcanzar grandes metas para cuya obtención resulta indispensable la acción colectiva. Como dice William Ospina, Colombia no es un pueblo, es un país de individuos. En el caso de Tolima, este defecto tiene visos casi patológicos. Cada quien marcha por su lado, la noción y la capacidad de asociación y de actuación en equipo son casi nulas, a veces pareciera que fuésemos autistas. Es un defecto que anula muchas de nuestras virtudes.


    Esta semana, sin embargo, se produjo un hecho que indica que las cosas están cambiando. Los senadores Juan Mario Laserna (conservador) y Jorge Enrique Robledo (del Polo Democrático) dieron muestras de que pese a estar en orillas ideológicas y políticas diferentes es posible encontrar puntos de acuerdo cuando se trata de defender intereses superiores. Los dos se juntaron para llamar la atención de la Contraloría, del Congreso, del Gobierno y la opinión pública, a fin de evitar que se consolide un monopolio de las comunicaciones en cabeza del señor Carlos Slim, el más rico del mundo, según dicen. Y tienen muchísima razón. Todos los monopolios son odiosos (por naturaleza) incluidos los estatales. Pero, desde luego, los monopolios en manos privadas lo son más todavía y hacen daño, mucho daño.


    Es un peligro dejar sólo en manos privadas y, peor aún, en manos extranjeras, un sector estratégico tan importante en el mundo actual como el de las comunicaciones. Los colombianos debemos oponernos a que este monopolio se cimente. Las consecuencias las pagaríamos todos, no sólo porque se nos privaría de los beneficios que genera la libre competencia, entre ellos mejores tarifas y calidad en el servicio, sino porque haría más vulnerable al país. No hay que ser un sabio para entender la importancia que tienen las comunicaciones, en particular la telefonía celular y el Internet, en el mundo contemporáneo. El ministro Diego Molano lo sabe, de allí que no entendería que permitiera tal consolidación monopólica. Si el gobierno del presidente Santos es verdaderamente liberal, debe impedir esta situación. No existe monopolio bueno. Creo que ya es tiempo de expedir leyes antimonopólicas.


    Los colombianos estamos en riesgo de convertirnos en un pueblo absolutamente vasallo. La principal aerolínea es de un brasilero, el monopolio de la cerveza es sudafricano, las comunicaciones son de un mexicano, el carbón de La Guajira es de un conglomerado económico australiano, suizo, inglés y americano, el oro de Cajamarca es de australianos, el petróleo de canadienses, en fin ni para qué seguir, como diría un periodista, es que dan ganas de llorar. No soy enemigo ni de la inversión privada, ni de la inversión extranjera, pero sí de los monopolios, y más, si son extranjeros. Hay que marcar límites. ¿Se imaginan qué ocurriría si mañana el señor Sarmiento Angulo (estando en su derecho) decidiera vender sus bancos a un extranjero, igual que Santo Domingo vendió Bavaria o los Santos El Tiempo? Todas las cosas tienen límites. Es hora de cerrar las piernas, aunque vocifere el furioso señor del carriel y la confianza inversionista.


    Celebro el paso que han dado Robledo y Laserna, hay que apoyarles sin reserva alguna, estoy convencido de que lo que están defendiendo es el interés nacional y nada más que el interés nacional. Enhorabuena. De paso, demuestran que sí es posible la acción colectiva desde perspectivas diferentes. Es este entonces, al mismo tiempo, un ejercicio útil y práctico de pedagogía social. Qué maravilla que quienes lo hagan sean hijos de esta tierra, en donde tanto nos cuesta hablar y entendernos. Hay razones para la esperanza, cuando los tolimenses entran en acción.

Credito
GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ

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