Obama y América Latina

Guillermo Pérez Flórez

De repente, el presidente Barack Obama pareciera decidido a marcarles fronteras a los republicanos. Ya iba siendo hora, digo yo. El mundo reclama grandes cambios, y las corrientes conservadoras no pueden liderarlos. Y como todos sabemos, sin un cambio en Estados Unidos es imposible conseguirlos. En el mundo actual, el liderazgo norteamericano resulta absolutamente imprescindible.

Los republicanos deben estar que lo cuelgan. Primero pactó con China durante la cumbre de la APEC en Beijing un acuerdo para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, y se comprometió a recortarlas para 2030 entre un 26 y un 28 por ciento. China, por su parte, hará otro tanto y aumentará en un 20% la proporción de energías limpias en su consumo de energía, para ese mismo año. Luego, expidió por decreto la reforma migratoria, que busca regularizar la situación de varios millones de inmigrantes, muchos de ellos latinoamericanos. Decisión que irrita a los republicanos. Los 25 estados en los que gobiernan han demando la orden ejecutiva, y en el congreso, aprovechando sus mayorías, han votado enmiendas presupuestarias para evitar que se destinen recursos a la reforma. De conseguirlo, si la ley es aprobada en el Senado, 600 mil personas serán deportadas casi que de forma inmediata.

Posteriormente, vino el acuerdo con Cuba para normalizar las relaciones diplomáticas. Esta semana, precisamente, fue a La Habana la secretaria de Estado para América Latina, Roberta Jacobson, a fin de iniciar el proceso. Este giro político producirá efectos sobre el electorado hispano, particularmente en Florida, un estado clave en las elecciones presidenciales. Medio ambiente, inmigración y Cuba son asuntos que polarizan a demócratas y republicanos, e incluso a estos últimos. Con estas determinaciones, Obama ha instalado una bomba de relojería en el corazón republicano. Y como al que no le gusta el caldo se le dan dos tazas, el hombre negro de la Casa Blanca ha declarado que no se opondrá a la legalización de la marihuana con fines terapéuticos, que vienen aprobando varios estados, entre ellos Colorado, Washington, Oregón y Alaska, lo que significa quebrar una vértebra a la agotada política antidroga que se aplica desde hace casi cuatro décadas.

Tengo la percepción de que Obama ha abandonado su exceso de prudencia y quiere construir un legado. Ahora bien, el tríptico inmigración, Cuba y drogas es esencial para configurar una nueva política hacia América Latina, que es un ‘gap’ en su agenda. No soy experto en esto, pero creo que Obama ha movido ficha en esa dirección y que el momento reclama que alguien tome nota en la región, que acusa un déficit de liderazgo. Se necesita un ‘canciller’ regional capaz de contribuir a generar esa política. Gústenos o no, nadie ha llenado el vacío dejado por Chávez, quien fungió como su ‘canciller de facto’, ni el de Lulla. Es una pena que José Mújica esté de salida. Quizás ese interlocutor sea Unasur. Lo otro sería que Dilma Rousseff, Cristina Fernández y Michelle Bachelet hicieran una ‘visita de Estado’ a Washington juntas y propiciaran un diálogo hemisférico.

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