¿Hacia dónde va ibagué?

Guillermo Pérez Flórez

Ibagué tiene oportunidad de convertirse en la ciudad más importante del centro de Colombia después de Bogotá. Mucho se ha hablado de esto. Pero requiere que sus fuerzas vitales, públicas y privadas, sean conscientes de ello. Reitero algo que había expresado hace algunos meses, la crisis estructural que atraviesa el Distrito Capital es una de las mejores oportunidades que hayamos tenido nunca antes. Hay mucha gente mirando hacia Ibagué como la mejor opción para fijar residencia, negocios y jubilación.

Esto nos obliga a prepararnos. De allí la imperiosa necesidad de tener un sector público dinámico, competente y pulcro. A la altura de las circunstancias. Las elecciones del 25 de octubre próximo pueden ser una ocasión para poner fin al estancamiento político y administrativo que ha tenido Ibagué durante los últimos lustros. Pero se necesita un fuerte movimiento de opinión pública que impulse un viraje.

Para liderar esa corriente de opinión, como candidato a la Alcaldía, se ha postulado Guillermo A. Jaramillo, experimentado líder político, senador, representante a la Cámara, dos veces gobernador del Tolima y diputado, secretario de despacho de Bogotá, con dos profesiones y varias especializaciones en Europa. Su candidatura es una muestra de compromiso ciudadano, ser alcalde de Ibagué no le agregaría nada a su hoja de vida, bastante buena, por cierto. No necesita el cargo como trampolín para hacer una carrera política porque ya la hizo. Tiene una capacidad de trabajo impresionante, hace jornadas de 12 y 14 horas. Cuatro años de alcaldía suya equivaldrían casi a seis. Es buen administrador, y no necesita a ningún político para presentarse en las oficinas bogotanas.

Ahora bien, este esfuerzo electoral es necesario, pero no suficiente. No. Ibagué demanda una alianza ciudadana en torno de grandes propósitos colectivos. Se precisa de una atmósfera integradora entre lo público y lo privado, entre lo político, lo empresarial y lo académico, para levantar la cabeza y mirar más allá de Picaleña, Boquerón y El Salado. Para devolver a Ibagué espíritu cívico, y hacer de ésta una capital pujante. La contienda electoral se ha convertido en un competencia por los puestos y contratación pública y en la oportunidad para hacer negocios privados. A eso hay que ponerle coto, pero no lo puede hacer una sola persona, es una decisión de la ciudadanía.

Si las universidades no se movilizan, si los gremios no se comprometen y continúan siendo espectadores pasivos, si los empresarios siguen enconchados en sus oficinas, y si los líderes comunitarios persisten en respaldar un estilo electoral que ha sido nefasto, no habrá qué hacer. Por esto quiero subrayar también el compromiso de Alberto Bejarano, candidato al Concejo. Probablemente, una de las personas que más han estudiado a Ibagué y preparado para esta posición, ojalá llegue. Pero una o dos golondrinas no hacen verano. Se necesita una ola cívica.

Hay voces que se quejan de que esta campaña es babosa y solo un torneo entre clientelas y chequeras, pero marrulleramente no se meten, no participan, ni toman partido. Ibagué debe dolernos. Es nuestra capital, la punta de la lanza para un Tolima mejor. Hacia dónde va, compete a todos.

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