¿La hora de Marta Lucía?

Guillermo Pérez Flórez

Una de las consecuencias del No en el plebiscito fue adelantar la campaña presidencial de 2018. Es un efecto no buscado pero es una realidad innegable, al punto que en la visita ‘postplebiscito’ a la Casa de Nariño, el senador Álvaro Uribe asistió con cinco precandidatos, tres del CD y dos del conservatismo, Alejandro Ordoñez y Marta Lucía Ramírez.

El triunfo del Sí también habría generado efectos políticos, pero no anticipado la campaña. El principal, habría sido quizá la prejubilación de Uribe y la consagración de Germán Vargas Lleras como nuevo jefe de la derecha. Vargas no lo entendió así y en lugar de jugarla a fondo votó Sí con la boca chiquita. Un Sí condicional, tratando de atraer hacia 2018 el sentimiento ‘antiFarc’, consustancial al uribismo.

Las posibilidades de que haya entendimiento entre Santos, las Farc y Uribe son mínimas. Uribe, en sus reparos a los acuerdos de La Habana, ha introducido elementos nuevos y reiterado otros como la cárcel y la inhabilitación política, que hacen inviable la negociación. Pero el espectro del No es muy variopinto. De él hacen parte, desde el fanatismo oscurantista y regresivo que confunde enfoque de género con ideología de género, hasta los latifundistas conservadores reacios a la modernización del campo, pasando por las iglesias cristianas y sectores urbanos a quienes rechina el mecanismo de validación e implementación de los acuerdos de paz. Uribe no es dueño del No. Se equivocan quienes piensan que sin su venia no habrá paz.

Colombia no puede condenarse a una guerra perpetua. Los costos serían inasumibles. Además, la ciudadanía ha despertado del letargo político y reclama paz, ahora. Hay que concertar con sectores del No que estén por la solución negociada, quieran ajustar los acuerdos (no desbaratarlos) y materializar una nueva convocatoria plebiscitaria para refrendarlos, ojalá con inclusión del ELN. La pregunta es: ¿Cuáles son esos sectores, qué quieren y quién los representa? Son franjas urbanas, dispersas e inorgánicas, partidaria de la economía de mercado y de las libertades civiles y políticas, hartas de la violencia, de la corrupción y de la politiquería. Por eso creo que hay una oportunidad de oro para un poderoso movimiento suprapartidista. Ese movimiento se viene gestando desde los tiempos de Luis Carlos Galán, y siempre se ha visto frustrado. Unas veces por la violencia homicida y otras por la ineptitud de los dirigentes, de derecha, de centro y de izquierda. No obstante, el sentimiento permanece vivo. En el subsuelo político existe un rechazo a la izquierda burocrática, mamerta y engreída, y a la derecha oligárquica, retrograda y clientelista que solo busca perpetuar sus privilegios. Tenemos que abrirnos al futuro. Es impostergable la superación del conflicto armado.

La encrucijada actual es un reto para la inteligencia. Hay que leer las nuevas corrientes ciudadanas. ¿Es la hora de Marta Lucía Ramírez? La izquierda vio pasar la oportunidad y la dejó ir. El turno podría ser para un centro derecha modernizante y pluralista, que agite banderas que vayan más allá del odio y del miedo. ¿Se atreverá a liderarlo?

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