De Mocoa y otras tragedias

Guillermo Pérez Flórez

Con la tragedia de Mocoa reviví la de Armero. Sé que son magnitudes y circunstancias diferentes, pero las imágenes de la gente cubierta de lodo, los rostros de estupor y pesadumbre y las declaraciones gubernamentales, casi todas de manual, me devolvieron a noviembre de 1985.

La de Mocoa, como la de Armero, es la crónica de una tragedia anunciada. Estos no son desastres naturales, como suelen afirmar algunos. Son tragedias que se hubieran podido evitar si hubiese un mejor ordenamiento y una mejor planificación del territorio. Si tuviésemos un sistema de prevención del riesgo y de atención de emergencias. Y, sobre todo, un reparto de la riqueza y del ingreso más equitativo. La gente vive en laderas y riveras y en condiciones paupérrimas no porque le guste. Es verdad que la naturaleza tampoco es que nos ayude mucho. Pero no todas las tragedias se le pueden adjudicar a ella. No es la primera vez en la historia de Colombia que llueve en proporciones bíblicas. Es cosa de casi todos los años. En octubre pasado, Pasto duró incomunicada varios días a consecuencia de dos deslizamientos de tierra. Las principales vías quedan bloqueadas de manera frecuente por derrumbes, causados por la carencia muros y gaviones.

Hace casi 30 años, en Medellín se desprendieron 25 mil metros cúbicos de tierra del cerro Pan de Azúcar que sepultaron a más de 500 personas en el barrio Villatina. Fue terrible. Pero no aprendemos la lección. Ninguno de los programas de lucha contra la pobreza se ha centrado en reubicar a la población que vive en zonas de alto riesgo. Así el riesgo aumenta la magnitud cada año. En enero de este año, en la vereda el Carmen, en Villavicencio, un derrumbe se llevó un puente colgante sobre un sendero ecológico. Ocho personas perdieron la vida. Los vecinos denunciaron que habían advertido a las autoridades de que esto podría pasar. Y pasó. No hubo la debida diligencia.

Para escribir este artículo hice el siguiente ejercicio. Puse en Google tres palabras: derrumbe, muertos y Colombia. Me arrojó 469 mil resultados. Luego, pedí que me mostrara únicamente resultados del último año. Muertos en la vía Bogotá – Medellín. Muertos en la vía Medellín – Quibdó. Muertos en la vía El Tambo – Huisitó (Cauca). Muertos en la vía Ánimas – Pereira y en la de Pereira – Quibdó. Todos los años quedan atrapadas, muertas o heridas por derrumbes centenares de personas. Son más las víctimas en las carreteras por mala planificación vial y de gestión del riesgo, que en el conflicto armado.

Los 300 muertos y damnificados de Mocoa no son imputables a un desastre natural. No. Son consecuencia de negligencia y desidia oficial, de la corrupción y de la pobreza extrema. No culpemos a Dios. La dirigencia política y la burocracia están ocupados con los contratos, con las cuotas de poder y en componendas electorales. Las víctimas son casi siempre los más humildes y vulnerables. Gente anónima, que nunca reclama pero que bien podría hacerlo. Y tendríamos que pagarles entre todos, como siempre.

Comentarios