La restauración del alma

Guillermo Pérez Flórez

La visita del papa Francisco ha sido un bálsamo para Colombia. La necesitábamos. Tantos años de violencia de todo tipo nos ha afectado el alma colectiva en un grado tal que se van a requerir décadas para restaurarla. Francisco ha puesto la cuota inicial de ese proceso, y corresponde a los colombianos todos hacer nuestra propia contribución.

Hay heridas que no se ven, esas son las más difíciles de cicatrizar. Alguien dijo alguna vez que es más fácil desintegrar un átomo que perdonar una ofensa o superar un prejuicio, y creo que eso es verdad. “El pan se guarda para cuando haya leche”, oí decir cuando era niño. Si te hacían daño debías esperar con paciencia la ocasión para vengarte. Hay familias y amistades que se han destrozado para toda la vida, incluso por tonterías; por no sabernos decir las cosas a la cara, por no saber pedir perdón, ni perdonar, por no estar dispuestos a darnos segundas y terceras oportunidades. En los ya largos años vividos fuera de mi patria he podido comprobar que los colombianos hemos sido levantados en una cultura de rencor y de venganza. Se nos va la vida odiando. No sabemos cómo gestionar, resolver, ni superar conflictos. Esto es algo que debería enseñarse desde la escuela primaria, porque determina muchas cosas.

Colombia es uno de los países más católicos del planeta, o mejor, de los más cristianos. Sin embargo, no vivimos conforme a la ética cristiana. Adoramos a Cristo pero no abrazamos sus preceptos. Nos damos la paz en la misa pero nos ignoramos durante la semana, se nos olvida que la vida es breve, brevísima, y la dilapidamos con pequeños odios. ¿Es esto un problema genético? ¿Anidan en nuestro ADN el odio, la venganza y el rencor? Por supuesto que no. Esto es efecto de la violencia política, aquella que producen la luchas por el poder. Esa violencia flota en el ambiente y lo intoxica todo, la familia, el barrio, la escuela, la fábrica, la oficina, la calle, etc. Superar la violencia política es una necesidad vital para hacer de Colombia un mejor país. En apariencia no existe una relación de causalidad entre la violencia política y la violencia intrafamiliar, pero sí la hay. El odio, la ira, el resentimiento, la sed de venganza, son emociones contagiosas. No me extrañaría que superado el conflicto armado comiencen a descender también los indicadores de violencia intrafamiliar o comunitaria. Así sucedió hace 60 años, tras firmarse la paz entre liberales y conservadores.

El mensaje de amor, paz y reconciliación de Francisco no puede ser más oportuno, ahora que se ha abierto una ventana para mirar el mundo de una manera distinta.

El Papa ha encendido la llama del amor y de esperanza. Es nuestro deber mantenerla encendida. La necesitamos para restaurar el alma del país, para que podamos sanar como pueblo y corregir tanta injusticia social. Tenemos que llenar nuestros corazones de alegría, optimismo y esperanza. El amor es un antídoto. ¡Gracias Francisco! Dios le guarde siempre.

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