Si siembras vientos…

Guillermo Pérez Flórez

El próximo 9 de abril se cumplirán 70 años del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, el líder político que más hondo ha calado en la conciencia popular en Colombia. Su muerte desató una ola de violencia que comenzó en Bogotá y rápidamente se extendió como una mancha de aceite por todo el mapa nacional. Es una historia que a pesar de lo documentada pocos colombianos de hoy conoce y que haría bien en conocer. Es un hito en nuestra historia.

Gaitán estructuró un discurso apasionado, en términos de “pueblo” versus “oligarquía”. El país comenzaba a padecer una violencia partidista y el Estado experimentaba un grado de descomposición ética, que le permitió hablar de la “restauración moral de la República”. Su verbo era atronador e incendiario, y llegaba a los corazones de los más humildes y marginados. “Si avanzo, seguidme; si retrocedo, empujadme; si os traiciono, matadme; si me matan, vengadme”. La magia de la tecnología nos permite volver a escucharlo, y escrutar la atmosfera de la época.

La actual campaña está adquiriendo ribetes similares a la de esos años. Un hombre que se rebela contra la “plutocracia” (así la llamaba Gaitán) y se enfrenta a la “oligarquía liberal y conservadora”, a sus maquinarias políticas y a las mafias paramilitares (los “pájaros”). El 16 de febrero pasado, Enrique Santos Molano escribió en El Tiempo, un artículo titulado “¿Quién le teme a Gustavo Petro?”. Preguntaba quiénes amenazan su vida y se respondía que los mismos que “atajaron” con tres balazos a Gaitán en 1948, “Los mismos con las mismas”, dice Santos, usando la gramática del caudillo liberal.

Petro ha escogido a Medellín como espacio estratégico. Sabe que puede recoge el voto anti de Uribe, Duque y Fajardo (tres con una boleta) y de la marginalidad social, y ha prometido que si es presidente se posesionará en la Comuna 13. “Donde Uribe llevó bombas y tanques él llevará libros y universidades”. Mientras Germán Vargas aceita la maquinaria Petro se bota a las plazas públicas a seducir a los inconformes y excluidos, Medellín es un escenario sin rival para eso, pues es la ciudad de mayor desigualdad de Colombia. Ante esto, sus adversarios (Uribe, Vargas, Duque, Martha Lucía, Ordoñez, Pinzón, etc.) le enfilan baterías y lo tildan de ser un populista “castrochavista” que nos llevaría a una situación como la de Venezuela. Algunos, incluso, amenazan con irse a vivir fuera del país. Una política de miedo, pobre pero efectista. Petro les espeta que son ellos quienes ya han llevado a millones de colombianos a una situación de precariedad indigna como la venezolana. Habla de mafias, de corruptos, de redes clientelistas, etc. Así, la crispación va en aumento cada día.

Petro tiene derecho a “gaitanear”, y sus contradictores a encararlo, pero deben ser cuidadosos. No sembrar vientos porque podrían cosecharse tempestades. Hay que obrar con prudencia y serenidad, uno sabe cómo comienzan las cosas, pero no cómo terminan. Colombia necesita discursos menos polarizantes, y un cambio político, económico y social tranquilo. Sin sobresaltos. ¡Y cuidado! Que no se repita la historia de abril del 48.

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