Bomberos, no pirómanos

Guillermo Pérez Flórez

El intento de agresión física de que fue víctima Gustavo Petro el pasado miércoles en Cúcuta, es una señal de alerta que la sociedad no puede pasar por alto. Debe ser objeto de condena política, y las autoridades judiciales y de policía tienen la responsabilidad de identificar y sancionar a los responsables. Es responsabilidad del Gobierno que a ninguno de los candidatos les pase nada. Estas manifestaciones de intolerancia no pueden tener cabida en la sociedad colombiana, hay que rechazarlas con absoluta contundencia, estamos a tiempo de evitar una nueva escalada de violencia política y social. Petro tiene legítimo derecho a adelantar su campaña presidencial en todo el territorio nacional, como lo tienen la totalidad de candidatos y precandidatos presidenciales. Ya está bueno de descalificaciones y satanizaciones. La controversia debe ser con ideas, con planteamientos no con agresiones verbales o físicas.

Anteriormente, habían sido objeto de abucheos y agresiones verbales los candidatos Rodrigo Londoño (en Armenia) y Álvaro Uribe (en Popayán), pero una cosa es esto y otra muy distinta pasar a la agresión física, como se intentó en Cúcuta. Primero se lanzan ofensas y calumnias, después tomates y huevos, se sigue con piedras y escobas hasta que se llega a las balas y a las bombas, como sugirió hacerlo esta semana un siniestro personaje del extinto cartel de Medellín en su cuenta de Twitter, quien hizo apología del delito de manera impune sin que hasta la fecha nadie le haya dicho nada, ni la Fiscalía General de la República ni la misma red social ni ninguna fuerza política. Por el contrario, el sujeto de marras solo recibió aplausos de sus seguidores, que por cierto superan los 60 mil (Twitter). Una auténtica vergüenza nacional.

Hay que parar esto, aún estamos a tiempo. Y para ello se requiere de espíritus y mentes comprometidas con el presente y el futuro país. Es de celebrar y aplaudir la actitud de los candidatos Humberto de la Calle, Sergio Fajardo y Viviane Morales, frente a lo ocurrido en Cúcuta. Esa es la posición que uno espera de líderes responsables. Si no se le sale al paso a este tipo de comportamientos primitivos con celeridad, mañana podría ser demasiado tarde y tendríamos que lamentarlo. Colombia tiene que cerrar el ciclo de violencia en el que hemos estamos sumidos hace más de 70 años, es lo que más conviene y necesitamos. Esto debería ser un compromiso nacional, de todos los ciudadanos de bien, por encima de las ideologías y banderas políticas, es una urgencia histórica impostergable. La campaña presidencial apenas comienza el 11 de marzo, si la temperatura sigue subiendo lo que vamos a tener no es un debate de ideas y planteamientos sino una verdadera conflagración, que puede consumir las nacientes y balbuceantes esperanzas de paz, y devorarlo todo.

En este momento y hora, Colombia necesita de sus mejores hijos, líderes responsables que tengan altura de miras, pero sobre todo requiere de bomberos, no de pirómanos. No hay que jugar con candela. Como lo expresé hace una semana, no hay que sembrar vientos, pues se cosecharán tempestades.

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