¿Y del Tolima qué?

Guillermo Pérez Flórez

La actual campaña presidencial ha mejorado la calidad de la deliberación pública, con respecto a las anteriores cinco, en las cuales todo giró en torno casi a un solo tema: qué hacer frente a las Farc, negociar o combatirlas militarmente. A pesar de los errores de la implementación de los acuerdos de paz y de los intentos de algunos sectores de mantener vivo ese falso dilema, el país está superando esta fase y haciendo tránsito hacia una nueva, en donde toman importancia otros asuntos; por ejemplo, el modelo económico, el esquema de tributación, educación y salud, las relaciones exteriores, el estado de la justicia, etc. Sería injusto desconocer el esfuerzo de casi todos los candidatos por mejorar la calidad de la deliberación. Creo que el truco de meter miedo a la gente para que vote por uno u otro candidato tiene hoy por hoy un efecto limitado, y es insuficiente para ganar unas elecciones, como tampoco lo es contar con la maquinaria electoral.

Ahora bien, a pesar del avance, hay un aspecto poco tratado en el presente debate presidencial: el de la gobernanza territorial y el desarrollo regional, que es una asignatura pendiente desde 1991 cuando se introdujo en la constitución el concepto de la autonomía territorial, el cual no ha sido desarrollado. Ninguno de los candidatos se está refiriendo a esto, han hecho solo pinceladas y gestos, pero sin propuestas concretas. A los candidatos no les hemos preguntado qué proponen en esta materia ni a qué se comprometen con la región. Durante los últimos 40 años el Tolima tuvo dos grandes aspiraciones: el distrito de riego del llamado Triángulo del Sur y los túneles de la Línea, ambos a mitad de desarrollo. Entiendo que para el primero hacen falta 750 mil millones de pesos y que no es del todo claro el retorno de dicha inversión. Estamos a un mes de la primera vuelta, y sería oportuno que los candidatos dijeran cuál es su compromiso con el Tolima, y en general con las regiones. No podemos seguir con un modelo basado en la alternancia política de dos “califatos”, los de Bogotá y Medellín, que cada cuatro años se disputan el poder burocrático y presupuestal y luego gobiernan con élites regionales mediocres y corruptas. Necesitamos mayor autonomía territorial. Ha llegado el momento de dejar de ser un territorio vasallo y de hacernos cargo de nuestro propio destino. La reforma al régimen político departamental es una prioridad. Hay que darles mayores atribuciones y competencias a los organismos departamentales.

Cuando pregunto, ¿y del Tolima qué? Lo que en realidad pregunto es ¿y de las regiones qué? El desarrollo no puede seguir siendo una construcción de arriba para abajo ni de afuera hacia adentro. Hay que invertir estas dinámicas, si se quiere superar la pobreza y el atraso. El modelo centralista ha fracasado, es tiempo de repensar la organización territorial. Mientras esto no se haga, las aspiraciones regionales seguirán postergadas y los gobernantes tendrán que seguir usando rodilleras y totuma para ir cada ocho días a Bogotá.

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