El vaso medio lleno

Guillermo Pérez Flórez

Tengo tendencia a ver el vaso medio lleno. Es cuestión de talante. La actual campaña por la presidencia de la República es quizás la más interesante de la historia contemporánea. Para comenzar, ya lo hemos dicho, son las más pacíficas de los últimos setenta años. Y esto solo, es una ganancia que no tiene precio.

Otro aspecto relevante es que se ha aumentado casi al límite de lo posible, la participación electoral. Y digo el límite de lo posible porque cuando se palpa la realidad social del país, las condiciones de pobreza extrema, exclusión e indignidad en que vive casi un treinta por ciento o más del pueblo colombiano, se entiende perfectamente por qué hay tanta gente que no vota, que vive de espaldas a la institucionalidad. Por ello el aumento de la participación electoral es tan esperanzador. Además, contribuye a revitalizar el sistema democrático y a hacer más legítimos los gobiernos, los cuales deben representar la voluntad general y no minorías políticas y sociales, como ha sido la norma en Colombia.

No menos importante, y en consonancia con lo anterior, lo constituye el hecho de que estas elecciones están siendo las que mayor pluralidad han tenido. Las fuerzas alternativas al establishment han salido de la marginalidad en la que tradicionalmente habían estado, algunas veces por su propia voluntad y otras muchas de manera forzada por la violencia. Han roto el techo de cristal. A partir de estas elecciones la política cambiará sensiblemente, el país dejará de parecerse a sí mismo, tendrá un nuevo rostro, se está modificando la fotografía del poder. Y todo se está haciendo… ¡pacíficamente! ¿No es esto acaso, el mayor premio que podamos darnos? Estamos viviendo un cambio tranquilo. El pasado de violencia, oprobio e imposiciones no volverá.

Se está abriendo paso una nueva conversación política y social, la cual deberá tener un mayor grado de civilidad y calidad para que pueda generar saldos pedagógicos en todos los espacios de la sociedad. En la familia, en la escuela, en la fábrica, en la oficina. No es excluyendo, es incluyendo; no es gritando, es escuchando; no es descalificando, es reconociendo. Esa nueva conversación será presidida por la ética política que se está abriendo paso y va a demandar nuevos lenguajes y actitudes. Es un proceso que nos interpela a todos. Colombia está en transición. Estamos dejando atrás una sociedad premoderna y construyendo una Colombia moderna. Hay sectores que experimentan miedos y desconfianzas, pero las sombras del pasado serán disipadas por las luces de la modernidad política en la que está entrando la nación, cualesquiera sea el resultado del 17 de junio, nada volverá a ser como antes.

El camino que debemos recorrer hacia la normalización y modernización es largo aún. Sí, son muchas las cosas que tenemos que rectificar, muchos los desafíos y amenazas, y los errores a enmendar. Eso no lo niega nadie. Aún así, existen más razones para la esperanza que para el pesimismo. El vaso no está medio vacío, está medio lleno, y entre todos podemos terminar de llenarlo.

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