Mirar hacia Duque

Guillermo Pérez Flórez

Cayeron rayos y centellas sobre Ernesto Macías por su discurso del 7 de agosto, desatinado, impertinente y camorrero, incluso algún celebérrimo escritor afirmó que el presidente del senado era imbécil. Y sí, su catilinaria es censurable por dónde se le mire, pero no hay que ser ingenuos, como lo señalara Camilo González, en su columna de este diario (10-08-18), fue políticamente muy eficaz.

Su intervención produjo un efecto contraste. Macías un patán, Duque un señor. Macías un provocador, Duque un conciliador. Macías un politicastro, Duque un estadista. Macías a la derecha, Duque al centro. La estrategia del ‘poli’ malo y el ‘poli’ bueno. Así, se ofreció al país un falso dilema, Duque o Macías. Digan señores, qué prefieren. Fue una emboscada política, cuyo objetivo era generar un clima de crispación (del que la gente está harta), fortalecer la necesidad de un espacio de concordia y moderación políticas (liderado por el presidente Duque, obviamente), y descalificar a la oposición que sigue el juego, al quedar como pendenciera.

El momento exige inteligencia y agudeza. La oposición va a necesitar una partitura y un director de orquesta si quiere ser alternativa en 2022, y responder a los desafíos de Colombia. Mientras siga dispersa y sin brújula, y Uribe continúe siendo el centro de la escena, va a ser difícil plantear alternativas, cualquier cosa que proponga inmediatamente será descalificada. Hay que entrar, rápidamente, en la era post Uribe. Sus problemas judiciales son suyos, y solo suyos. Le corresponde a la justicia definir su situación, no a la oposición, ni a los medios de comunicación. Que sea la justicia y nadie más que la justicia quien diga si éste es culpable o inocente. No hay que caer en el juego, ni judicializar la política. El pasado martes, en la plaza de Bolívar un grupo coreaba, “Uribe, Uribe, Uribe”. Lo lógico era que coreara, “Duque, Duque, Duque”. En la campaña las fuerzas alternativas vendieron la dicotomía, Petro o vuelve Uribe, y la mayoría escogió a Duque, no compró la tesis de que éste era igual a él, ni una marioneta suya. Ganó Uribe.

Hay que hacer un juego más inteligente y audaz. Las claves están en el discurso de Duque, no en el de Macías. Éste es solo un tornillo de una maquinaria funcional a los intereses de una persona. Hay que mirar hacia Duque. Es el interlocutor legítimo, bailar con él (no digo boleros burocráticos) y reconocerle como el sujeto político que tiene en sus manos las riendas del Gobierno. Persistir en que las tiene otro es fortalecer a ese otro, y dejar espacios para que sean ocupados por quienes hoy guardan silencio, a espera de mejores días, y cuyas líneas de pensamiento no difieren de las de Duque. No habría entonces construcción de alternativa. Necesitamos de un buen gobierno y de una buena oposición. Los retos son muchos y grandes, y las amenazas muy peligrosas, más vale hacer conciencia de ello. Hay que mirar más allá de la nariz, lo que está en juego es Colombia.

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