Evita y el poder del mito

Guillermo Pérez Flórez

Esta semana se cumplieron cien años del natalicio de Eva Perón, el personaje que más hondo ha calado en el alma del pueblo argentino, como lo demostró la multitudinaria Marcha de las Antorchas llevada a cabo en Buenos Aires para conmemorarlo.

El hecho me ha llevado a reflexionar sobre el papel que cumplen los mitos en la vida de los pueblos. Sostiene Yuval Noah Harari, en su célebre libro, ‘Sapiens – de animales a dioses’, que el homo sapiens es el único animal capaz de crear ficciones y creérselas. El único con capacidad para urdir mitos comunes, que contribuyen a dar sentido y orden a la vida, y afirma que esa es la razón por la cual los sapiens dominan el planeta, pese a que la humana es una de las especies más débiles y vulnerables. Los pueblos (como las personas) necesitan mitos para vivir, para proyectarse, para mantener su cohesión social y, quizás lo más importante, para conseguir que haya solidaridad y cooperación entre personas que no se conocen, pero que se reconocen en las ficciones comunes en las cuales creen, la vida eterna, la salvación del planeta, la Nación, el derecho divino de los reyes, etc. Tal es su principal función. Mario Vargas Llosa, suele decir que una de las explicaciones del atraso de América Latina está en que sus líderes miran más hacia el pasado que hacia el futuro. Es lo que denomina las ‘utopías arcaicas’. Dicha afirmación es debatible (como todas), pues mirar hacia el pasado no es solo una costumbre latinoamericana, en EE.UU. son recurrentes las referencias a los ‘padres fundadores’.

El actual proceso político indica que Argentina no logra escapar del mito peronista, ni del de Evita, que tiene perfiles religiosos. Cristina Fernández lidera la intención de voto en todas las encuestas para las elecciones de octubre, y el natalicio de Evita le ha venido como anillo al dedo. Le permite casi reencarnarla. La mujer de Perón, a pesar de su breve figuración pública, apenas seis o siete años, supo forjarse una aureola tan sólida que varias décadas después de su muerte, continúa casi intacta. Juan Domingo Perón y Evita lograron venderles a los argentinos el mito de la justicia social y la redención de los pobres, con ello alcanzaron casi la vida eterna, pues se dice que nadie muere definitivamente hasta que no muere la última persona que la recuerda. Ahora bien, el mito del justicialismo no ha sido suficiente para mejorar los índices de bienestar social y recuperar la senda de desarrollo (hasta la década de los Cuarenta del siglo pasado Argentina era la cuarta o quinta economía del mundo). Esta es una verdad irrebatible, y sobre ella deberían reflexionar los argentinos.

Evita vive, pero millones de argentinos apenas sobreviven. El peronismo no ha podido redimirlos, como tampoco lo ha logrado el neoliberalismo desarrollista de Menen y Macri, que rinde culto al dios del mercado y tiene perfiles darwinianos. Agonizante el mito bolivariano que impulsara Chávez, América Latina demanda una nueva narrativa que la guíe. No sé si baste, con una básica y simple: que no roben.

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