Coronell y la libertad de expresión

Guillermo Pérez Flórez

En el alud de comentarios y noticias, y en medio de la histeria generada por el caso Santrich, que casi lleva al Gobierno a decretar la conmoción interior, el retiro de Daniel Coronell de la revista Semana no tuvo la repercusión mediática ni el debido análisis, al margen de la consideración personal que cada quien tenga por este periodista.

La cuestión tiene que ver con los límites del derecho a la propiedad, a la libertad de expresión y a ser informados, e incluso con los derechos de los usuarios. Intentaré explicarme. Según la Carta, “la propiedad es una función social que implica obligaciones” y el “interés privado debe ceder al interés público o social”. Cito lo anterior, para recordar que el derecho a la propiedad no es absoluto, y que debido a esto el dueño de una cosecha de papa o de un hato lechero – por ejemplo - no pueden hacer con sus productos lo que les venga en gana, pues el derecho cesa, donde el abuso comienza. En estos casos ni siquiera es viable plantear un “conflicto de derechos”, cuando se abusa de un derecho este se deslegitima y no puede ser invocado.

Es un hecho notorio que Coronell fue retirado tras pedir explicaciones públicas a la revista por – presuntamente - haberse guardado una información que luego publicaría The New York Times, sobre una directiva del Ejército que podía dar lugar a atropellos irreparables en materia de derechos humanos. Se produjo así una censura, lo cual está prohibido constitucionalmente. Los dueños de Semana no pueden alegar derecho a hacer con su revista lo que quieran. Su conducta constituye un ejercicio abusivo del derecho, que lesiona a terceros, no solo al periodista como tal, sino a miles de lectores, e inclusive de suscriptores que se han afiliado a ese medio precisamente para leer a Coronell.

Al margen del debate jurídico, lo cierto es que al “establishment” no le gusta ser criticado, es soberbio y arrogante. Hace diez años, El Tiempo despidió a la columnista Claudia López por criticar la forma como “el diario cubrió el tema de Agro Ingreso Seguro y señalar el aparente conflicto de intereses entre el periódico y el candidato Juan Manuel Santos” (Semana, 13/10/2009). En su momento, la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip) consideró que este despido era un atentado a la libertad de expresión. Y lo fue. Como lo es ahora el caso de Coronell. Sería interesante saber si influyeron en esto los nuevos socios, los señores Gilinski, en principio uno creería que no, dado que la dirección editorial sigue en manos de Felipe López y Alejandro Santos, dos heliotropos del poder en Colombia. Julio Mario Santodomingo dijo alguna vez que “los medios de comunicación son como un revólver, que cuando uno lo necesita, lo saca y dispara.” Quizás en esta ocasión el revólver se disparó solo.

Estos precedentes son nefastos. Censurar a uno de los mejores periodistas del país por criticar a la dirección es dañino para la democracia, y también para la misma Semana. Su reputación ha quedado seriamente comprometida. La explicación sigue pendiente.

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