Ceguera delirante y mezquindad

Guillermo Pérez Flórez

Iván Márquez acaba de subirse en un barco cuyo destino no puede ser otro que el de navegar a la deriva hasta hundirse, por su propio peso o como producto de una borrasca. Su decisión de volver a las armas muestra lo que significa perder contacto con la realidad, un caso con tintes patológicos. Es posible que, en su realidad interior, Márquez se crea un segundo Simón Bolívar o un nuevo “Che Guevara”, igual le pasaba a Abimael Guzmán, el cabecilla de Sendero Luminoso, quien se sentía la cuarta espada de la revolución mundial, pero solo es una caricatura de sí mismo.

El manifiesto de Márquez es un intento de construcción de una narrativa a partir de una supuesta traición del Estado, para legitimar el regreso a las armas. Oírla me hizo recordar la proclama de Carlos Pizarro León-Gómez en 1988, cuando el M19 atravesaba una profunda crisis política y militar, producto del fracaso del proceso de paz con Betancur y del desastre del Palacio de Justicia. “Paz a la Nación, paz a las fuerzas armadas, guerra a la oligarquía”.

Luego vino el secuestro de Álvaro Gómez. Es un intento de huir hacia adelante, que no puede tener desenlace feliz porque es producto de sus equivocaciones, entre ellas una que tiene origen en su propia familia: Marlon Marín.

¿El Gobierno ha incumplido los acuerdos de paz? Parcialmente sí, eso es verdad. Sin embargo, dicho incumplimiento no alcanza la categoría de “traición” ni justifica retomar las armas. Márquez y Santrich han decidido que prefieren, como los famosos ‘extraditables’, una tumba en Colombia a una cárcel en Estados Unidos. La extradición es el meollo del problema, lo demás son fuegos artificiales para darle colorido a la decisión.

Como el anuncio de una nueva modalidad operativa, que no es otra cosa que el enmascaramiento de su precariedad política y militar, no una rectificación. Márquez sabe que ni uniéndose con el Eln tiene la más mínima posibilidad de triunfo, pues su arrogancia y anacronismo ideológico les impide conquistar los sectores populares, que son la piedra angular de toda revolución.

Intentar sepultar el proceso de paz por razones de índole personal, constituye la verdadera traición al país que anhela paz. Es darles munición a quienes tras conocer el manifiesto se apresuraron a pedir al Gobierno que acabara con la JEP (que es la verdadera razón de su inconformidad por temor a que se sepa la verdad sobre el conflicto armado) y les quitara la protección constitucional a los Acuerdos. Flaco favor a la paz, señor Márquez, le acaba de poner una mascarilla de oxígeno a los sectores más guerreristas.

Esta comedia, no obstante, tiene su costado positivo: si Duque quiere derrotar a Márquez solo tiene una opción: cumplir a rajatabla los acuerdos, proteger a los desmovilizados y líderes sociales, y demostrarles a los colombianos y al mundo que no existe tal traición. Para ello deberá auspiciar un amplio acuerdo con todas las fuerzas políticas, incluida la que lidera Timochenko.

Márquez, usted no está escribiendo una nueva carta de Jamaica. Bájese de la nube. Aterrice. ¿Cuántas vidas más está dispuesto a sacrificar?

@jiramirezsuarez

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