Palabras y silencios ofensivos

Guillermo Pérez Flórez

A finales de los años 80 y comienzos de los 90 del siglo pasado, Pablo Escobar Gaviria y sus compinches tomaron la decisión de doblegar mediante el terror al país y al Estado, en el propósito de evitar la extradición a los Estados Unidos. A toda persona que se atravesara en su camino le ofrecía plata o plomo. En ese desenfreno homicida le declaró la guerra a la Policía y ofreció dos millones de pesos por policía asesinado. Según el expresidente César Gaviria, en enero de 1990 murieron 400 agentes. Repito, 400 agentes en un solo mes. 

Con el paso del tiempo, y gracias a la fragilidad de la memoria del pueblo colombiano, el relato de estos crímenes casi se ha diluido, quedando solo el recuerdo de los magnicidios y del atentado al avión de Avianca con 107 pasajeros abordo. Pero hay cosas que nunca deben olvidarse. Entre 1990 y 1994 (Escobar murió en 1993), fueron asesinadas en Medellín 27.627 personas, casi 19 diarias. Fue la época del terror. La violencia que generaron estos asesinos no ha sido debidamente estudiada y documentada, como si prefiriéramos olvidar, por comodidad o conveniencia.

En esa larga y oscura noche de barbarie, la mano derecha de Escobar, el jefe de sicarios, John Jairo Velásquez Vásquez, alias ‘Popeye’, jugó un papel clave. Según fuentes cercanas a este mismo, habría sido autor de la muerte de 300 personas, incluida una novia suya, a quien mató para complacer a Escobar. ‘Popeye’ murió esta semana, tras padecer un cáncer de esófago, y antes de que los medios de comunicación comenzaran a hacer el recuento de sus fechorías, el comandante del Ejército, el General Zapateiro, expresó públicamente “sus sentidas condolencias” a la familia. 

Tanto dolor y tanta solidaridad no se le había visto antes nunca con los familiares de los líderes sociales asesinados. El general Roso José Serrano, estaba atendiendo una entrevista y cuando le pidieron su opinión sobre las declaraciones no daba crédito, pensó que era un montaje. Y es apenas natural. No creo que al exdirector de la Policía se le haya olvidado todo cuanto se ensañó Escobar con sus hombres.   

Lo más triste es que las condolencias de Zapateiro no fueron censuradas por el señor ministro de la Defensa ni por el presidente de la República, quienes pasaron de agache. Para su fortuna, las declaraciones de Aída Merlano en Venezuela ayudaron a tapar tamaña metida de pata. Pero Colombia aguanta todo. No existe noción de lo que es responsabilidad política. Al mismo tiempo, pasó inadvertida una declaración de Juan Manuel Galán, quien afirma que Escobar y ‘Popeye’ no surgieron espontáneamente ni actuaron solos, sino que hubo todo un contexto de apoyo “de la élite de este país”, y que el narcotráfico no ha sido solo un proyecto criminal, sino un proyecto político que ha capturado espacios de poder político a nivel nacional y regional.  Nadie dijo ni mu. 

Zapateiro pasará a la historia por su lágrimas ante del deceso de ‘Popeye’, una ofensa para las miles de víctimas de tan siniestro, despreciable y descompuesto personaje. ¿Le ha quedado grande el uniforme, General?

Pérez Flórez Guillermo

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