La historia repetida

Guillermo Pérez Flórez

Tras el fin de la segunda Guerra Mundial, ante el auge de la Unión Soviética y del comunismo, Estados Unidos decidió auspiciar dictaduras militares en América Latina.
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Así, Somoza, Batista, Rojas, Strossner, Pinochet, Videla, Velasco, Noriega y muchos otros capturaron el poder. El continente vivía una época de profunda agitación política y social. En paralelo, y con el apoyo de la Unión Soviética, proliferaron los movimientos guerrilleros (casi cuarenta en total), todos querían ir tras la estela de la revolución cubana. Un período que inicia a finales de los cincuenta y se extenderá hasta mediados de los noventa, salvo en Colombia, que no logra cerrar plenamente ese capítulo.

En el marco de esa época, surge el Eln, liderado por Fabio Vásquez Castaño y un grupo de jóvenes rebeldes apoyados por Cuba, al cual se une el líder del movimiento Frente Unido, el sacerdote Camilo Torres Restrepo, quien cae muerto en un choque con tropas de la Quinta Brigada del Ejército en Patio Cemento, San Vicente de Chucurí (Santander). Desde ese momento, esa organización queda capturada y congelada en el tiempo por su mito fundacional mesiánico, bajo una consigna binaria: vencer o morir.

En ese proceso han perdido la vida decenas de miles de jóvenes. Y cuando digo vida, me refiero no solo a la vida como tal, sino a dilapidar la existencia y envejecerse en pos de un ideal irrealizable, por el método escogido. Debe ser frustrante llegar a la vejez, mirar hacia atrás y comprobar que nada se hizo, que todo sacrificio fue inútil, los amores perdidos, los hijos olvidados, los amigos caídos, los padres que se llevaron a la tumba la insatisfacción amarga de ver a sus vástagos perderse en una maraña de nobles ideales, como la redención de los pobres y la liberación de los oprimidos, pero sin resultado alguno. Una tragedia. Por cuenta de ese extravío han caído humildes soldados y policías a quienes el país solo le dejó la opción de inmolarse en la defensa de un sistema injusto y de unas instituciones carcomidas por la corrupción y la politiquería. Ni qué decir de las miles de víctimas de secuestros, extorsiones y atentados. Pienso por ejemplo, en Machuca (Antioquia), en donde murieron 84 personas calcinadas producto de una “acción heróica” del Eln contra el Oleoducto Central, el cual han dinamitado en cientos de oportunidades.

Este fin de semana, para celebrar el 54º aniversario de la muerte de Camilo, el Eln nos recordó que aún existe y decretó un “paro armado”, repitiendo la misma fórmula ensayada sin éxito desde 1964. Han tropezado 1.000 veces con la misma piedra, una historia vanamente repetida. ¿Hasta cuándo? ¡Hasta siempre! Y lo peor, muchos de sus nuevos líderes se han degradado, son solo vulgares captadores de rentas ilegales. ¿Y el país? Regular, tres cuartos. Aumentan el desempleo y la informalidad, los jóvenes demandan cambios, pero no son escuchados. ¿Y el establishment? ¡Ah!, el establishment… muy bien, creciendo, gracias. 2019 fue uno de los mejores años, el sector financiero, creció el 5.7 %. ¿Y las dictaduras militares? Ya no son necesarias, han caído en el olvido.

GUILLERMO PEREZ FLÓREZ

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