El llamado es para todos

César Picón

Según el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, la tierra se ha calentado 0.85 grados Celsius en el periodo 1880-2012; el nivel medio global del mar se elevó 0.19 metros entre los años 1901 y 2010; los mantos de hielo de Groenlandia y la Antártida han ido perdiendo masa en forma acelerada; el ártico ha perdido millones de kilómetros cuadrados de hielo marino; los glaciares han continuado menguando en casi todo el mundo y el océano se ha acidificado por la acumulación excesiva de emisiones de dióxido de carbono.

Por supuesto, todo esto como producto del dramático aumento de la concentración de gases efecto invernadero (GEI) en la atmósfera, que en los últimos años ha alcanzado niveles tan alarmantes que, de continuar al mismo ritmo, supondrían consecuencias nefastas para el futuro de la humanidad.

Aún así, tal como en el pasado sucedió con el protocolo de Kioto, sigue siendo un desafío poner de acuerdo a las naciones del mundo para llegar a un acuerdo serio que permita enfrentar lo que se podría calificar como la mayor amenaza global: el cambio climático.

No obstante, en la vigésima Convención sobre Cambio Climático organizada por las Naciones Unidas que terminó hace pocos días en Lima-Perú, se lograron resultados que, aunque no dejaron satisfechos a muchos científicos y ambientalistas, representan avances fundamentales para tratar que en la convención del próximo año en París, se logre firmar un nuevo protocolo o cualquier otro instrumento vinculante que permita establecer objetivos de reducción de GEI para todos los países y en la medida que se requieren.

De acuerdo con el documento emanado de la cumbre y que fue titulado “La llamada a la Acción de Lima”, todos los Estados pertenecientes al sistema de las Naciones Unidas deberán presentar acciones claras y contundentes para reducir sus emisiones antes del primero de octubre de 2015, las cuales serán revisadas por la ONU para analizar si son suficientes para alcanzar el objetivo que es, ni más ni menos, garantizar que la temperatura media de la tierra no aumente en más de 2 grados Celsius en relación con la época pre industrial. Por otra parte, el texto concita a que los países también presenten compromisos en términos de financiación de la adaptación al Cambio Climático, es decir, los recursos necesarios para prevenir y mitigar los estragos que puedan presentarse en diferentes regiones del mundo como producto de la variabilidad climática.

Aunque muchos expertos calificaron los avances de la convención de Lima como mínimos e incluso afirmaron que se trataba de un “plato a medio cocinar para reducir emisiones”, creo que se dio un paso trascendental al lograr que todos los países, incluso el gran ausente del protocolo de Kioto -Estados Unidos-, se comprometieran a establecer metas cuantificables, claras y entendibles de reducción de GEI, que serán el núcleo de un nuevo y esperado pacto global para enfrentarnos y adaptarnos al Cambio Climático, y que se espera suscribir en 2015 en la Ciudad Luz.

Las consecuencias de sobrepasar el umbral de 2 grados de calentamiento de la tierra serian catastróficas: incremento de eventos climáticos extremos, alteración dramática de ecosistemas terrestres y marinos, escasez de agua y alimentos, e incluso conflictos armados a nivel global como producto de la competencia por los recursos naturales. El tiempo se agota. El llamado a la acción es para todos.

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