Reconciliación

Jaime Eduardo Reyes

Alcanzar la Paz en nuestro país requiere de la reconciliación, esa es la conclusión de la encuesta que se realizó en pasados días por la corporación Reconciliación Colombia y el Centro Nacional de Consultoría en 43 municipios. El estudio muestra que el grado de reconciliación varía según la cercanía al conflicto. Mientras que a nivel nacional el 16 por ciento de los consultados consideran que están reconciliados, en el orden municipal la cifra asciende a 27 por ciento y en el comunitario, a 40 por ciento. Estas cifras muestran que se está muy lejos de la reconciliación. Existe en el país demasiado rencor, desconfianza e incredibilidad con el grupo guerrillero de las Farc. Un hecho paradójico es que muchos de quienes así piensan, no han vivido el rigor de la guerra directamente.

Claro, también existe rabia de muchas personas que desean conocer la verdad de lo ocurrido en la guerra y aún no la saben. Este desconocimiento lleva fácilmente a rechazar posibles acuerdos. El reto para la reconciliación es superar estos sentimientos y conocer, no solo la verdad sino también lo que se ha acordado. Y claro, se necesita de creer, si no se tiene esperanza sobre las actuaciones futuras de los reinsertados difícilmente se podrá apaciguar el rencor. La reconciliación es un paso obligado para la paz, cómo alcanzar esta si no se perdona al otro, si no se le brinda la oportunidad de cambiar. Será muy difícil estar en paz si primero no nos reconciliamos.

Todos los discursos que escucho y escritos que leo, con especial atención, de quienes se oponen al acuerdo y que invitan a abstenerse o a votar no el acuerdo de La Habana se basan en la negación del perdón y la reconciliación. Para ellos los crímenes han sido tan atroces, y así han sido muchos de ellos, que no hay otro camino distinto que la condena total. Para estas personas, la justicia transicional no es otra cosa distinta que impunidad, desconociendo el espíritu mismo de dicha justicia. Y en un país con tanto dolor es muy fácil recordarlo, inclusive, también es mucho más fácil invitar a odiar que a querer, sobre todo entre más lejos se haya estado del conflicto. Las encuestas dan muestra que la reconciliación y la paz es más añorada y querida por las personas que han vivido de cerca el conflicto, por los padres que saben que es prestar sus hijos para una guerra que en plena segunda década del siglo XXI ya no tiene sentido, y mucho más para quienes no solo los prestan sino que los pierden.

Y como quiera que muy pronto estaremos votando en un plebiscito para refrendar los acuerdos de La Habana -gracias a que estamos en una democracia las personas podrán escoger entre el si y el no- la primera condición que debiera existir para que una persona vote es revisar si quiere perdonar y promover la reconciliación, o si por el contrario desea mantenerse ella y al país en el odio y la guerra.

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