A mi nieta Luciana

Hugo Rincón González

Observando a mi nieta Luciana de cinco años en la noche de las velitas disfrutando del espectáculo que ofrecían las viviendas iluminadas y las familias compartiendo alegremente, se reflejaba en ella la inocencia y la gracia que se expresa en esta etapa de la vida donde no existen las preocupaciones sino solamente los juegos y el divertimento como los únicos elementos del cotidiano vivir.

La miraba a ella y a su madre, -hoy una profesional joven que lucha por salir adelante-, recordando que hace varios años, la actual mamá para esta época dibujó una tarjeta navideña con toda la inocencia de su niñez. Pintó en esa época con trazos infantiles un osito poco agraciado con los colores navideños y garabateó un mensaje que hacía un llamado a la necesidad de alcanzar la paz para todos los colombianos y sobre la urgencia de lograr la convivencia en esta época de Navidad.

El mensaje en su momento me conmovió profundamente pues en esa época mi hija era una niña y comprender que desde ese momento su preocupación era la convivencia y la paz entre los colombianos, no parecía concordar con los intereses que se tienen a esa edad.

Miraba a mi nieta, recordaba y pensaba cómo a pesar de que ha pasado el tiempo, las preocupaciones que tenía mi hija siguen siendo las mismas y que Luciana como la niña del presente, vivirá en una sociedad que no se acaba de reconciliar a pesar de que ya hace tres años se firmó la paz con la guerrilla más antigua del mundo.

Que vive y vivirá en un país que tiene una de las mayores inequidades y desigualdades del planeta. Una nación que condena a la juventud a no tener mayores posibilidades de ingresar a una universidad y terminar una carrera que permita su movilidad social, mejorando la condición de vida de los jóvenes y sus familias.

Será mi nieta, seguramente una ciudadana que viva la falta de oportunidades laborales para los jóvenes en un mundo que cada vez es más competitivo y más difícil. Un mundo que cada vez está más amenazado por la crisis que supone el cambio climático y que ha erigido como una celebridad a una jovencita de 16 años, -Greta Thunberg-, con sus denuncias y reclamos a los grandes líderes políticos que viendo el desastre venir, no se comprometen a tomar las medidas que disminuyan las emisiones de gases para seguir haciendo vivible este planeta.

Luciana es una personita que vive su niñez feliz como debería ser para todos los niños y las niñas de este departamento y del país. Unos niños y niñas que deberían estar alejados de todo tipo de amenazas que supone el mundo terrible de los adultos y especialmente en un país como Colombia.

Debería estar y permanecer como todos ellos, rodeada del cuidado y el amor de toda su familia. Vivir jugando con sus muñecos, sus loterías y sus rompecabezas infantiles que desarrollan sus habilidades cognitivas. Mantener ese espíritu alegre que la hace correr con sus amiguitos y amiguitas sin mayor preocupación. Explorar cada cosa y maravillarse de cada descubrimiento. Preguntar hasta el cansancio todo lo que no entiende hasta extenuar al más paciente abuelo. Anticipar las sorpresas que se deben mantener hasta el momento pertinente. En fin, vivir feliz.

Eso es lo que se desea para los niños y niñas en nuestra Colombia que hoy se sacude ante la emergencia social de los jóvenes que reclaman con justicia los cambios que se requieren. Unos reclamos que se iniciaron el 21 de noviembre y que aún no cesan por la actitud indolente del gobierno nacional que parece no entender la gravedad de la situación.

Mi nieta representa a esa niñez que debemos cuidar en un país que empieza a cambiar. Una niña que solamente debería jugar y ser feliz en una sociedad que realmente vele por sus derechos. Una sociedad que garantice que la felicidad que hoy viven los niños se transforme en la vida digna y buena que deben tener como adultos.

Te amo Luciana.

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