Así es en Chile, ¿podrá ser igual en Colombia?

Rodrigo López Oviedo

Durante los 15 meses que lleva Gabriel Boric al frente de su gobierno, numerosos han sido los beneficios obtenidos por el pueblo chileno. De tales logros dan cuenta el 42,86 % de incremento salarial del presente año, el 20 % de ajuste al Subsidio Único Familiar, la duplicación del Aporte Familiar Permanente -algo así como Familias en Acción-, y la creación del Bolsillo Familiar Electrónico, un beneficio que ayuda a compensar el incremento de precios de la canasta alimentaria.
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Para tener una idea de lo que significa lo anterior, un trabajador de salario mínimo quedó devengando 500.000 pesos chilenos, lo que equivale a 3.785.000 pesos colombianos, y el símil de Familias en Acción quedó en 120.000 pesos mensuales, es decir en 636.000 pesos colombianos. 

Como si fuera poco, se redujo la jornada laboral a 40 horas semanales, se puso fin a la Tarifa de Invierno -un mayor valor de la energía eléctrica consumida en los meses de invierno y otoño-, se eliminó el copago a que estaban sometidos los usuarios del sistema de salud, se ordenó la redución de precios de 4.200 medicamentos, se acortaron los tiempos de espera de cirugías en 32 % y los de atención con especialistas en 22 %.

En el caso de la vivienda, se han entregado 59.262 soluciones, hay en construcción 132.000 y está previsto construir 76.000 más, amén de que se destinaron 450 millones de dólares al Sistema de Asistencia Técnica Especializada, un mecanismo orientado a resolver los problemas de la población indígena.

Para el caso colombiano, tales conquistas parecen inalcanzables, pese a que contamos con un Gobierno que se ha comprometido a aligerar la enorme deuda social acumulada por el Estado en doscientos años de vida republicana y agravada en estos últimos treinta de neoliberalismo. Lo cierto es que los logros que hemos alcanzados aún son exiguos, lo cual obedece a la existencia de unas oligarquías que, orgullosas de la brecha que las separa de los humildes y amigas de ampliarla, consideran empobrecedor pagar salarios justos y mejorar las condiciones de vida a sus trabajadores, desconociendo que lo que les cancelan de más retorna a sus bolsillos a través de las mayores ventas que pueden generarse con solo incrementar, mediante esos mejores salarios, la circulación de dinero en el mercado.

Actuar decididamente contra el querer de esas oligarquías mezquinas es el único camino que efectivamente puede llevarnos al anhelado cambio, por el cual pagamos 11.300.000 votos. Eso hace imperativo el acompañamiento popular a las reformas presentadas por Gustavo Petro. Por fortuna, ya se están dando los primeros pasos.

RODRIGO LÓPEZ OVIEDO

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