Entre avances y reversas

Rodrigo López Oviedo

Está a punto de morir este mes de agosto, dejándonos en materia electoral unos resultados cargados de luces y sombras para los latinoamericanos. Refirámonos al tema utilizando el socorrido procedimiento del orden alfabético y comencemos por Argentina. 
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Argentina nos dio una sorpresa, no porque el partido del presidente Fernández hubiera perdido, lo cual lo dejaban entrever los insatisfactorios resultados de una gestión gubernamental que finalmente no se asemejaron a sus propósitos. Lo sorprendente fue que Javier Milei, un admirador de Donald Trump, lograra cautivar al 30% de los argentinos con un discurso de extrema derecha, a través del cual se confesaba amigo de la dolarización de la economía y enemigo del aborto, de la regulación monetaria por un banco central y de un “Estado empresario”, entre otras linduras neoliberales.

Aunque el triunfo de Milei no es aún definitivo, pues lo alcanzó en unas elecciones destinadas a escoger a los candidatos presidenciales de los distintos partidos, su inesperado primer lugar hace temer por un triunfo definitivo, lo cual pondría al país al margen de los propósitos integradores que corren por el continente.

En Ecuador, Luisa González, candidata de Revolución Ciudadana a la presidencia de la República, logró ocupar el primer lugar en la primera vuelta, con una diferencia del 9% sobre el segundo, Daniel Novoa, lo cual abre la posibilidad de revivir la esperanza que alimentara Rafael Correa desde Carondelet. Luisa González frisa en los 46 años; es abogada, máster en Alta Gerencia y en Economía Internacional y Desarrollo. Sus 16 años de carrera política activa, defendiendo siempre principios democráticos, la convierten en la mejor alternativa con que cuentan los ecuatorianos.

Por su parte, Guatemala llevó a la presidencia a Bernardo Arévalo de León, un socialdemócrata desde la cuna. A su padre, el expresidente Juan José Arévalo Bermejo, tras sufrir 30 intentos fallidos de golpes de Estado, le correspondió el honor de abrirle paso a la revolución frustrada de Jacobo Árbenz, quien a la postre fue derrocado por el Gobierno de Estados Unidos y ejecutado por la CIA. Ahora le corresponde a Bernardo Arévalo demostrar que por sus venas corre la misma sangre de su padre, y ofrecer a los guatemaltecos una alternativa progresista a los 12 años de dominio de la derecha que lo anteceden.   

Y para terminar, con el triunfo de Santiago Peña se consolida el dominio oligárquico en Paraguay. Haciéndole honor a su derechista Partido Colorado, Peña ha prometido hacer frente a la corrupción, el narcotráfico y la inseguridad, sin que haya pronunciado nada creíble acerca de cómo encarará las verdaderas angustias de los paraguayos. 

Definitivamente, luces y sombras en este agosto para los latinoamericanos.

 

RODRIGO LÓPEZ OVIEDO

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