Necesitamos mayor compromiso

Rodrigo López Oviedo

Las protestas del pasado 6 de marzo hicieron evidente, una vez más, la lamentable influencia que tiene la derecha sobre el pueblo colombiano y lo que la ha potenciado desde cuando se estrenó como oposición. Así lo demostró al movilizar a millares de colombianos para que, engañados, salieran a exigir freno a las reformas en que está comprometido Gustavo Petro, pese a lo contrarias que son a sus conveniencias tan descabelladas demandas.
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Pero fueron movilizaciones sin sangre en las venas, carentes del entusiasmo que les ha sido tan propio a otras muchas movilizaciones, a través de las cuales los sectores populares han demandado solución a sus reales problemas de pan, salud, techo, trabajo, buenos salarios, etcétera.

Esa carencia de vitalidad prueba que fueron una gran mayoría los participantes que salieron con inmensas dudas acerca de que sean malas las reformas a cuyo rechazo fueron impulsados.

En efecto, no es lógico que vean malo recuperar varias decenas de billones de pesos que se necesitan para la salud de la población, pero van a parar a manos de los dueños de las EPS.

O que vean mala una reforma que les garantiza una vejez digna a tres millones de colombianos que hoy no tienen ninguna posibilidad de pensionarse.

O que les parezca inconveniente acabar con los contratos de trabajo basura y recuperar la justa remuneración de horas extras, dominicales y festivos que perdieron en otras reformas, esas sí verdaderamente lesivas a sus intereses.

Sin embargo, pese a que fueron movilizaciones irracionales y frías, no son tales características las que importan: lo que debe inquietarnos es su masividad y, sobre todo, la advertencia que formulan a quienes se consideran agentes de un cambio institucional tan importante como el que acaudilla Gustavo Petro, y del cual depende que las grandes mayorías puedan vislumbrar un buen vivir para su futuro, como el que ya comienzan a percibir algunos de los sectores más modestos de la población.

Si de estas movilizaciones desconocemos tal trascendencia, corremos los riesgos de que la derecha nos expropie las calles como escenario natural de nuestro accionar político y reivindicativo; de que sigamos viendo cómo se prolonga el escaso avance de las reformas en el Congreso; y de que se acentúe la dificultad de garantizarle continuidad al gobierno más allá del 2026, cuando no la anticipación del golpe blando.

Esto lo ha advertido Gustavo Petro, y por eso su llamamiento reiterado al pueblo a responder pacíficamente en las calles. Las organizaciones sociales y políticas también lo han entendido, pero sus convocatorias no han estado a la altura de tan preocupantes riesgos. Ojalá asuman que el momento presente demanda mayores compromisos.

Rodrigo López Oviedo

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