La metamorfosis de algunos funcionarios públicos

Indira Orfa Tatiana Rojas Oviedo

tatianarojasoviedo34@gmail.com

Así como es común encontrar vendedores en tiendas, almacenes y supermercados, personas poco corteses con los clientes, en las dependencias estatales también se está volviendo común el comportamiento de servidores públicos o funcionarios estatales que incumplen el deber de cortesía consagrado en normas de obligatorio cumplimiento. En la categoría de descorteses, se pueden clasificar conductas y actitudes de directivos o mandos medios que tratan mal a las personas que acuden a ellos en solicitud de información o en el proceso de una petición o diligencia de trámite, o en la delegación para asistir a un evento.

Funcionarios directivos que se amparan en la investidura de su cargo y en ejercicio de la autoridad formal que le dan las normas para mirar y actuar con desprecio hacia quien acude a sus oficinas. Igual quienes asumen actitudes arrogantes, más grave aún, cuando tales comportamientos se manifiestan con los funcionarios que por jerarquía de su cargo, dependen de este directivo.

Si se trata de la relación interpersonal entre directivo y funcionario a su cargo, son comportamientos que pueden transitar hacia actos de acoso laboral que está suficientemente reglamentado en la Ley 1010 de 2016, pese a que puede ser recíproco.

Si por principio ético la función principal del servidor público es la de servir a la ciudadanía, es apenas reprochable que no se dé oportuna respuesta a una petición, porque de esta manera no se satisface el deber como funcionario y puede ser investigado disciplinariamente y también sancionado pecuniariamente.

Además, el Código Disciplinario Único que regula los comportamientos exigibles a los servidores públicos, establece que uno de los deberes es el de “Recibir, tramitar y resolver las quejas, denuncias que presenten los ciudadanos en ejercicio de la vigilancia de la función administrativa del Estado”, de lo contrario constituye una falta grave.

Si hay comportamientos, conductas y actitudes poco corteses y agresivas entre directivos, que en el caso de una entidad territorial puede atribuirse a un secretario de despacho, director o gerente, se afecta el grado de satisfacción laboral de los funcionarios y, en consecuencia, incide en el clima laboral satisfactorio deseable para el buen desempeño de una organización o institución oficial.

Si son pocos los servicios de bienestar que se ofrecen a los servidores públicos, es injusto que a ello se agreguen actitudes indebidas y poco deseables de sus directivos. Pasando a otro tema que se relaciona con cuanto he venido tratando, debo decir que es fácil observar la diferencia de comportamiento y actitudes de algunos individuos que ostentan un alto cargo o posición, que ni saludan ni sonríen como si hubiese ocurrido una metamorfosis al llegar como nóveles a desempeñarse. Más grave aún, cuando se atreven a maltratar a quienes hacen parte de su equipo laboral o, a quienes asisten a reuniones por delegación y se atreven a gritarlos sometiéndolos además a escarnio público.

No quisiera pensar que caen en la pérdida del contacto con la realidad, sabiendo que  son servidores públicos,  servidores de la ciudadanía y no “patrones” de los ciudadanos, ni capataces que se atreven a elevar su voz olvidando que pueden estar cayendo en una falta. 

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