Nicoló

Nelson Germán Sánchez

Cambiar la vida de por lo menos 80 mil jóvenes entre los 14 y 22 años, no es un asunto de poca monta. Creo que el país todavía no dimensiona lo que perdió con la muerte de un ser humano como el padre Javier de Nicoló.

En sus 24 casas afiliadas a su fundación, en por lo menos 10 ciudades colombianas, hizo más en lo práctico y lo real que muchos de nuestros dirigenticos, politiquillos y gobiernillos como los que tenemos actualmente, que la gente ya ve con desconfianza y desdén.

Y digo que hizo más que todos ellos juntos porque el apoyo para resocializar a esos jóvenes y jovencitas colombianas lo hizo de corazón y sin esperar algo a cambio, sin sacar rédito político, electorero, plata para contratos de la familia, las esposas o esposos de los parientes como ya quedó demostrado y se volvió costumbre por estos lares.

Ese sí era un hombre con grandeza, de soluciones reales, de corazón, espíritu y alma enormes, enfocado a mostrar a los jóvenes abandonados, a quienes perdieron su familia o estaban amenazados por la calle y los vicios, que había otra forma de hacer las cosas, otra opción, una oportunidad distinta para lograr salir adelante y cumplir los sueños personales.

Estuvo alejado el Padre Nicoló de la pequeñez del poder y del envilecimiento de querer llegar a lo público para llenarse los bolsillos o alimentar el ego con un supuesto liderazgo sobre los demás. Se mantuvo en lo suyo: la obra social. No hizo nada con un cálculo mediático para sacar réditos para su obra o su persona.

Son miles las historias que ahora circulan sobre las vidas que transformó. Hombres y mujeres que hoy son médicos, ingenieros, abogados, profesores, artistas, empresarios, comerciantes, amas de casa, quienes tuvieron una segunda oportunidad en la vida gracias a él.

Un hombre como cualquier otro, pero excepcional por lo que hizo, ya que nadie puede desconocer que era de personalidad recia y dura, carácter, frentero, malgeniado, hasta gritón, que pese a todo ello se ganó el cariño y el respeto de los jóvenes que se beneficiaron de su obra; pero no solo cambió la vida de ellos si no de los hijos e hijas de estos, que hoy pueden contar una historia distinta a la de sus padres y tienen mejores opciones educativas, laborales, familiares y personales.

Lástima que en Colombia, y sobre todo en nuestras regiones, no existan más padres Javier de Nicoló o que no los hagamos visibles y les demos el respaldo necesario para sus obras sociales, este país cambiaría de manera real y profunda. Ahora que todo es PAZ, que hablar de PAZ se volvió como hablar del clima, es importante dejar en claro que obras como las que desarrolló por tantos años este religioso, construyen la verdadera PAZ, la que es real, sin tanto bla bla bla, sin dividir entre buenos y malos, supuestos enemigos y amigos de la PAZ, etc.

Seguramente este hombre sí descansará con la tranquilidad debida, porque dejó huella positiva en su paso por este mundo, de forma especial en nuestro país. Su apellido pasará a la historia de las causas sociales.

Comentarios