Demasiado bueno, demasiado peligroso

Nelson Germán Sánchez

No sé si tuvieron la oportunidad de leer la columna del maestro Moisés Wasserman, del diario El Tiempo del pasado viernes. Tengo que decir que me uno a lo que dice allí y estoy de acuerdo con sus planteamientos.

Todos debemos tener temor y terror a la gente que se cree demasiado buena, que en la política colombiana abunda. Alerta el maestro Moisés en su escrito que ese fenómeno de quienes se creen los elegidos o iluminados, con un “sentimiento de superioridad moral derivado de la convicción de que las propias creencias o afiliaciones son más virtuosas que las de los demás”, va en franco crecimiento en el mundo, y en Colombia, digo yo, no es la excepción.

Recuerda que las grandes masacres, tragedias, guerras, genocidios, barbaridades del ser humano se cometieron precisamente impulsados por seres que realmente se comieron ese cuento. Me parece a mí que en el caso colombiano la situación es también bastante alarmante y hay que prender las alarmas, por ejemplo: el señor Procurador General, que se cree el portavoz no de la Iglesia Católica ni del Papa Francisco y el Vaticano, sino del mismo Dios. Sus posturas godas y visigodas se han convertido en un peligro para quienes no piensen igual, parecido o en su misma línea ideológica.

Lo mismo sucedía con el nefasto fiscal paisano nuestro que pasó por esa entidad, Luis Eduardo Montealegre, quien al parecer reprobaba, perseguía, se la montaba a quienes no estuvieran de acuerdo con él, pensarán en cuestionarlo en algo, dijeran que las Farc debería pagar en cárcel o plata algo de sus delitos atroces, etc.

Del presidente Santos ni se diga, toda exigencia para que la ponga más cuidado al país que se están tomando las bandas criminales, no venda más los activos del Estado para que se enriquezcan los particulares, le ponga atención al sistema de salud, no le haga el juego a la educación privada por encima del entierro de tercera que está dando a las universidades públicas; le meta plata en lo social, infraestructura y seguridad a Chocó, La Guajirá, Cauca, Amazonas, el Pacífico colombiano o los antiguos territorios nacionales, es una afrenta a la dignidad presidencial y a la búsqueda de la paz y reconciliación nacional, que merece ser castigada.

Claro que lo mismo pasa con el partido del expresidente Uribe y sus ubérrimos del Congreso: pareciera que todo lo que no fuera de sus posturas, de lo que piensan debe ser la Colombia del país de las maravillas y la seguridad, entonces está mal y hay que destruirlo.

Igual acontece con unas facciones del Polo, de Marcha Patriótica y la UP, con Iván Cepeda, Piedad Córdoba y sus camaradas, que todo aquello que no sea defender a la guerrilla, que no esté dentro de su radar ideológico, entonces es malo, perverso, ultraderecha y no sé qué carajadas más.

Todos, sin excepción, mantienen en una exacerbación permanente a sus simpatizantes, seguidores, afiliados, a sus facciones, como queriéndolos llevar a la calle, a la lucha, a marchar, a pelear. Qué terrible, qué pequeñeces personal, espiritual y moral la que demuestran estos personajillos, cada uno en su orilla.

Claro que en nuestra región también los tenemos y son nuestros máximos representantes, pero después hablaremos de ellos y sus “virtudes” y “valores” con calma. Por ahora, hay que repetir lo que dijo el doctor Wasserman, al referir que es mejor que no queramos gente tan buena, sino más bien personas llenas de temores, de razones para conocer, de dudas, de quienes piensan distinto, tienen puntos de vista diferentes. Estoy de acuerdo con él cuando dice que es mejor la gente prudente y algo bondadosa que la demasiado buena, como la que se empieza a enquistar en los poderes nacional y regional.

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