Acomplejados de dioses

Nelson Germán Sánchez

Me hizo recordar en una charla un amigo, una teoría sobre la que había leído hace algún tiempo para una clase de sociología de la comunicación. Era sobre un tema que los estudiosos llaman el “Síndrome de Dios”, que traduce en acomplejados que quieren sentirse dioses, dados las pequeñeces que los acompañan.

Los psiquiatras y expertos en sociopatías dicen que personajes de la historia que fueron capaces de los crímenes más atroces, de las más grandes aberraciones, causantes de las mayores tragedias, sufrieron de dicho síndrome. Por ejemplo: Adolfo Hitler, Benito Mussolini, Guilles de Rais, Losit Stalin, Augusto Pinochet, Mato Tse Tung, Francisco Franco, Idi Amin, Ranavalona I, Andrei Chikatilo, Jorge Videla, Nerón, Charles Manson, Atila, Iván IV el Terrible, Kim Jong II, Pol Pot, Ilse Koch…; en nuestra tierrita desde el Mono Jojoy, El Paisa, Carlos Castaño...

En fin, la lista es interminable, pero el perfil que los define es de seres extremadamente pequeños en alma, mente y capacidad intelectual, a sociales, tímidos, de pocos amigos, depresivos, intolerantes, pero locuaces, algo carismáticos, sagaces políticamente y autodefinidos como muy trabajadores, disciplinados, obsesivos por el poder y el dinero.

No resisten un No por respuesta, que alguien exponga puntos de vista más congruentes y estructurados en los temas, son caprichosos, pataletudos, gritones, con tendencia a la misoginia; la crítica seria y profunda los enloquece y tratan por cualquier medio de descalificar a quien se la hace o los expone en sus errores o mentiras. El ridículo los desequilibra. La burla los enceguece, la autocrítica ni la miran porque se encolerizan.

Necesitan figurar permanente, ser el centro de atención pública, por eso, desarrollan tendencias narcisistas. Esconden complejos o condiciones que no pueden hacer públicas por el medio a la desaprobación y a que se rompa la imagen de dioses del Olimpo que creen haber construido.

Son tendenciosos, corruptos y corruptores, venáticos y mentirosos por naturaleza, siempre tratarán de tapar un incumplimiento con otro hecho o tema, desviar la atención o no hacerse responsables directos de los acontecimientos, siempre se escudarán en los demás.

De esa especie de líderes sociales, gubernamentales, que se creen con la verdad absoluta, con la razón en todo, los únicos capaces de hacer algo y tienen una respuesta rápida para todo, porque creen que quien piensa pierde, como si creyeran que pensar fuera costoso o les hiciera daño.

Por eso hay que seguir vigilantes, metódicamente expectantes, ilustrar a las nuevas generaciones sobre este tipo personajillos y pillos públicos, para alertar sobre posibles desaciertos estruendosos en sus determinaciones, que luego resultemos pagando todos y en especial quienes nos atrevemos a seguir teniendo posturas críticas y advirtiendo sobre los desafueros desde las esferas de la administración pública nuestra se cometen.

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