Deje el miedo: vaya, Uribe

Nelson Germán Sánchez

La “invitación” que hizo alias ‘Timochenko’ al expresidente Álvaro Uribe Vélez, para que hablen del proceso de diálogos de paz y de otras “cositas”, ha causado un inane debate mediático. ¿Por qué? Porque si Uribe va a encontrarse con el jefe de los guerrilleros, seguramente nada cambiará para el resto de nosotros.

Ni él resultará apoyando esos diálogos, ni cambiando sus posturas extremas sobre los mismos; ni la cabeza de los insurgentes cambiando sus posturas frente a ofrecer excusas, aceptar que se pague cárcel por crímenes de lesa humanidad, entregar las armas o decir la verdad acerca de matanzas, violaciones, secuestros, etc.

Pero sería una bonita oportunidad para que en su acostumbrado tonito paisa, con actitud de ‘yo no he hecho nada malo nunca’, el hombre del corazón grande le dijera cara a cara y no vía Twitter o medios de comunicación lo que piensa de él, lo invite a que se deje poner preso, que no vaya a ser candidato a nada y si se le salta la bilirrubina, lo atienda con una diatriba como la que le dijo al contratista aquel desde Palacio cuando amenazó con “romperle la cara mari…”.

Tal vez en ese “diálogo”, ‘Timochenko’, con su carita de obispo morboso y de nuevo rico de pueblo, estrenando barriga y guayabera blanca, se atreva a decirle estirando trompita que él cree que el expresidente sí es medio “paraco”, que el grupo no secuestró ni mató a su papá, y que debería ser agradecido con ellos porque sin sus desafueros, no hubiera olido nunca Presidencia de Colombia, o sea que más bien aproveche el encuentro para darle las gracias con mano firme, porque ellos fueron los autores intelectuales indirectos de esos triunfos electorales.

Entre gritos, voces altisonantes, palmadas a la mesa, dedos señalando, miradas de fuego, muecas faciales, y una que otra mentada de la sagrada madre de cada uno de ellos -así sea mentalmente- harían un saludable ejercicio de catarsis, de relajación espiritual y mental, que tal vez les sirviera para que salieran de allí un poco menos alborotados azuzando a su fanaticada (como dijera el difunto Diomedes Díaz), y sobre todo vivos. Ello, en sí mismo, sería un enorme ejemplo de como la vida humana es sagrada, y no se justifica por ninguna convicción, tendencia, creencia o rencor, quitársela a nadie.

Es más, podría sugerirse que para esa reunión se les dotara por parte del Cicr, de unos de esos trajes inflables que hace parecer a la gente un luchador sumo, por si se quieren dar uno que otro empujón y jalón, para que no se hagan daño y simplemente rueden y puedan ponerse en pie sin novedad.

¡Quién sabe! Tal vez entre empellón y empellón resulten riéndose de lo ridículos que se ven par de viejitos vestidos así, y con ello contribuyan a construir un verdadero nuevo país, como el que hasta ahora el presidente Santos ha prometido sin poder cumplir.

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