Monseñor Calle en la calle

Nelson Germán Sánchez

Hace un buen tiempo que no tenía la oportunidad de ver ni de conversar con monseñor Flavio Calle Zapata, arzobispo de Ibagué; tal vez desde cuando el padre Fernando Aguirre, quien adelanta estudios de doctorado en Europa actualmente, me invitó hace varios años a ayudarle a estructurar, poner en marcha y escribir unos primeros artículos para el periódico Kerigma.

Es grato ver que monseñor pese a su edad, sigue vital, activo, dispuesto a colaborar cuando se le llame y en este año 2016 su figura ha sido preponderante. En primer lugar, con su consabida inteligencia, estrategia, buena voluntad, ponderación, seriedad, entrega desinteresada a los intereses de la ciudad, se convirtió en puente entre el gobernador Óscar Barreto y el alcalde de Ibagué, Guillermo Alfonso Jaramillo.

No es un secreto las diferencias políticas y la distancia que marcaron los dos mandatarios desde el comienzo. Como lo he dicho ya en otras oportunidades son muy parecidos en su mal genio, su donaire impositivo, su obsesión por el poder y la política, su conducta de ‘show man’ permanente para llamar la atención de los medios de comunicación, su locuacidad, etc, etc y etc. Lo que hace sin duda alguna que siendo aparentemente de extremos ideológicos opuestos, uno en la izquierda y el partido liberal, otro en la derecha y el partido Conservador, deban chocar constantemente por la pugna electoral y de la opinión en la ciudad.

Monseñor Calle Zapata jugó un papel vital en el acercamiento público de ambos, para tratar de bajar la temperatura de la discusión, que en estos momentos no le hace nada bien a la ciudad y más cuando viene de un gobierno perdido de cuatro años como el anterior.

Logró crear unos mínimos de entendimiento, ponerlos de acuerdo en acordar algún tipo de trabajo conjunto en obras para la ciudad, porque en últimas ese beneficiará a los ibaguereños. Lo cual no garantiza que esa calma chicha dure mucho o que no se vuelvan a presentar enfrentamientos, máxime en las épocas de campaña electoral que se avecinan.

Otro papel destacado de monseñor Flavio Calle Zapata, junto a al ex rector Andrés Rocha, el Alcalde Jaramillo y Raquel Díaz, la representante ministerial fue en resolver el nudo gordiano de lucha por el poder intestino en la Universidad del Tolima. Nuevamente sacó su casta de negociador, integró la comisión intermediadora, fue cuantas veces fue convocado al campus universitario y otros lugares a escuchar a las partes, aclimatar los ánimos, buscar acercamientos. Es más, el mismo día de la firma del acuerdo, su personalidad tranquila permitió que la situación no se agravara cuando por lo menos 100 personas entre profesores, líderes sindicales, empleados oficiales, administrativos fueron a exponer al Rector del centro universitario su solicitud de que no renunciará al considerar que era ceder a un chantaje, a una presión indebida de un grupo, abrir la puerta a una conducta antiuniversitaria de aquí en adelante de acudir a la presión indebida para que alguien renunciara.

Monseñor los escuchó y con la sapiencia que dan los años, les indicó que grandeza del ser humano no estaba aferrarse ciegamente al poder momentáneo, si no en saber cuándo dejarlo en nombre de las causas y los ideales superiores, en este caso el nombre de la Universidad del Tolima y el bienestar de miles de familias afectadas por ese conflicto que se había salido de proporción por las razones públicamente conocidas.

Sin duda alguna, creo que monseñor Flavio en este 2016 está cumpliendo a cabalidad lo que el Papa Francisco pidió a la iglesia Católica: no encerrarse si no ir a la calle, mediar, que era mejor una iglesia que se estrellara y equivocara por estar en el asfalto con sus feligreses que una encerrada en sus templos simplemente haciendo contemplación. Que buena actitud la del señor Arzobispo, es menester agradecerla públicamente.

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