Vuelven los niños

Nelson Germán Sánchez

Como un registro noticioso más pasó el hecho de que niños, niñas y adolescentes que estaban reclutados con las Farc, quien sabe a través de qué maneras, bajo qué engaños y presiones. Me parece que de todo lo que se pueda sacar de rescatable de los acuerdos entre el gobierno Santos y las Farc en La Habana este es el hecho más importante.

¿Por qué? Porque se trata ni más ni menos que de quitar el combustible humano a la confrontación. De eliminar la posibilidad de los relevos generacionales, de contar con nuevos combatientes llenos de pensamientos extremistas de una izquierda desenfocada y desde realidades totalmente desactualizadas.

Pero, además, evitar que estas personitas sean convertidas en objetos sexuales, que sufran toda suerte de abusos que los pueden marcar para toda su existencia y les llenen el alma de odio y sed de venganza contra quienes no conocen. Historias de vida de ese estilo creo que conocemos bastantes en los últimos años en Colombia.

Que solo entregarán 13 ahora y algo más de 10 después, pues no importa, son 23 niños y niñas que fueron arrancados de las fauces de la demencia de la guerra y de la demencia senil de muchos guerrilleros que ya la sufren por su avanzada edad.

El acto no es de poca relevancia. Máxime si tiene presente que no se sabe con exactitud cuántos cientos o miles de pequeños estén en las filas de la guerrilla a lo largo y ancho del país, y ahora podrán retornar a sus familias, de donde nunca debieron ser arrancados o timados. El mismo representante de la Unicef de Colombia, Roberto Bernardi, ha reconocido que nadie sabe con exactitud cuántos son los niños de la guerra en nuestro país o de los que ha tenido o tiene ese grupo guerrillero.

Por ello la importancia de que vayan apareciendo de a puchos, no importa si son en grupos de a dos, de 10 o de 20. Que los devuelvan. Es que el hecho de que quiten esos pequeños que eran utilizados sin resquemor alguno por ‘Timochenko’ y su bandola como carne de cañón para los combates con experimentados soldados, es un enorme triunfo.

Que dejen de hacer tareas pesadas como cocinar en las rancherías, limpiar los rifles, lavar enormes montañas de ropa, servir de estafetas, recibir malos tratos físicos y psicológicos, exponerse a enfermedades y ser atacados por animales y alimañas humanas y de la selva, es sin duda un acto enorme que solamente alguien enfermo de la cabeza o del alma no puede ver en su real dimensión.

Por eso, y siendo un colombiano como los miles que pertenecemos a la franja de los indecisos que las encuestas quieran minimizar a como dé lugar, celebro un acontecimiento como esos, porque sí cambiará el curso de la historia del país para las nuevas generaciones; de lejos, mucho más allá de que las Farc lleguen al Congreso, las gobernaciones o alcaldías, porque no lo podrán hacer peor que muchos de los que hoy tenemos en nuestro panorama.

Comentarios