La nube tóxica nos acecha

Nelson Germán Sánchez

Finalizando el año anterior fue Bogotá, y desde hace unas semanas la situación la vive Medellín. Una nube tóxica cubrió parte del cielo de estas dos capitales, con la consabida afectación para sus habitantes por la pésima calidad del aire, lo que ocasiona el incremento de Epoc (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica).

Lo anterior por supuesto no es ni mucho menos una gripe pasajera, sino un generador de bronquitis y enfisema, de niños con infecciones respiratorias severas y hasta afectaciones cognitivas por causa de la contaminación en los escolares, como ya lo estableció la Organización Mundial de la Salud -OMS- en sus estudios sobre el aire contaminado; por tanto, ya va siendo hora de que tomemos medidas para mejorar la calidad del aire que respiramos los ibaguereños, antes de que nos pase lo mismo más temprano que tarde.

No es cuestión de alarmismo, amarillismos ni exageraciones, sino de certezas. Quién no ha visto la cantidad de humo, olores y partículas que desde sus chimeneas expulsan al aire las industrias, sobre todo agroindustriales, del sector El Papayo y aledaños desde las 6 de la tarde y durante casi toda la noche.

O la humareda negra, grisácea, pesada y olorosa de las busetas y del servicio público en nuestra ciudad, sumado, por supuesto, al otro segmento del parque automotor que circula, el cual comprende camiones, vehículos particulares y motos. Según cifras oficiales, el parque automotor de la ciudad es superior a los 152 mil vehículos, si se tiene en cuenta el número de matriculados, que sirve como un indicador para conocer realmente cuántos circulan por nuestras calles, generando contaminación del aire.

Pero no son meras percepciones. Según el Informe Nacional de Calidad Ambiental Urbana, documento oficial del Ministerio del Medio Ambiente, producido en 2015, Ibagué obtuvo un puntaje de 45,2 en calidad ambiental, lo que la ubicó en Media Calidad Ambiental. ¿Y adivinen qué? El reporte de calidad del aire fue considerado inválido, señala el documento. En ese mismo indicador, relacionado con la calidad del aire, Cortolima como autoridad ambiental reportó operación del sistema de vigilancia de calidad del aire.

Sin embargo, para 2013 los datos recogidos no cumplieron con la representatividad mínima del 75 por ciento de datos válidos para un año de monitoreo continuo y, de ñapa, no se hicieron monitoreos de material particulado (PM2.5).

Precisamente, según la OMS, la medida anual de material particulado inferior a 10 micras (PM10) no debe superar los 20 microgramos por metro cúbico; otro gran contaminante a medir debe ser el material particulado inferior a 2.5 micras (PM2.5), precisamente fue sobre este último del que no se hizo medición en Ibagué, según el documento del Ministerio de Ambiente.

Qué estarán haciendo nuestras autoridades al respecto, la Gobernación, la Alcaldía y la autoridad ambiental. O será que no es importante, no da votos, puestos, no se pueden hacer contratos multimillonarios para ello (como sí el de alimentación escolar); se me olvidaba ese pequeño detalle del actuar cotidiano de nuestros actuales mandatarios. Y eso que tenemos una secretaría departamental del Medio Ambiente.

Es necesario saber con precisión si nos estamos acercando al punto de generación de nuestra propia nube tóxica como en otras ciudades. Si bajamos, si subimos en la escala, si estamos en progresivo camino de riesgo o qué acciones deberíamos implementar para detener o reversar la tóxica y nociva situación. Esperamos que las autoridades no vayan a despertar a dar soluciones que transformen con todo el corazón a Ibagué, cuando la nube ya nos esté asfixiando, en especial a los niños y a la tercera edad.

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