Estamos en la inmunda

Nelson Germán Sánchez

Asevero que estamos en la inmunda porque Ibagué ya dejó de ser el buen vividero, al menos en cuanto a seguridad se refiere. Se acabaron los días en que se podía con tranquilidad tomar el fresco en los antejardines, sacar la silla al corredor para vigilar a los pequeños jugar a en la cuadra del barrio, llevarlos al parque a los columpios o el rodadero.

Transitar de día o de noche por el barrio Cádiz, Piedrapintada, La Macarena, Belén, La Pola, el Jordán y sus paralelas y darse una caminata desde el Centro hasta la 80 por la carrera Quinta, eso hoy es sin duda una actividad de alto riesgo.

Ya no se pueden llevar los vidrios de los vehículos abajo, ni las ventanillas de las busetas abiertas, por miedo el zarpazo. Mirar por el retrovisor porque se acerca mucho una moto es cosa común. Acelerar el paso porque alguien está cerca y siguiéndonos.

No hay un solo día en que los medios de comunicación, los periodistas, los ciudadanos de a pie en las redes sociales no registren un hecho delincuencial en las avenidas, los barrios o la parte céntrica de la ciudad. Ya no se puede ni salir a comprar el pan en la noche. ¡Vamos! Hagan el ejercicio, tomen los días que han corrido del año miren las redes, los portales informativos y quedarán sentados porque se darán cuenta que esto no es una exageración. Ni tampoco una malquerencia al mandatario o parte de una supuesta campaña para desprestigiar su “pristino” gobierno.

Mientras esto pasa, ve uno a nuestras autoridades locales (Alcalde y Secretario de Gobierno) con la Policía presentando cifras, balances, datos, porcentajes aseverando que Ibagué es la no sé qué ciudad más segura en Colombia. Como diría un amigo “no sabemos si sentamos a reír o a llorar”. Es como tratar de hacer creer a la fuerza al ibaguereño en algo que la realidad del día a día –los hechos, no la percepción- sobrepasa con creces; que en materia de seguridad ciudadana andamos pésimo.

La delincuencia nos topó, colmó todos los escenarios de la vida de la ciudad y no estoy hablando de la de cuello blanco enquistada en la administración pública, como ya tenemos claro por los acontecimientos de estos últimos años, si no de la más burda, la chabacana, la del puñal, la pistola, la moto, el jíbaro, el lavaperros y el pequeño traquetín de barrio que está extendiendo su poderío a plazas de mercado, salidas de colegios, zonas sociales de centros comerciales, en algunos semáforos y paraderos de buses.

Hace falta salir de las oficinas, bajarse de los carros oficiales, recorrer la ciudad a pie, en moto, en cicla, en buseta y taxi para saber de verdad lo que está pasando en materia de seguridad. El ciudadano reclama ver más a la Policía haciendo ronda por avenidas y barrios, porque para lo poco que se les ve en la calle es para contribuir al negocio de las grúas de tres o cuatro patrullas al tiempo, peores que el cartel de las ambulancias y el SOAT que llegan como los ratones a la escena de un accidente de tránsito en segundos.

Hace falta inteligencia policial, modernidad tecnológica en la vigilancia. No me vayan a decir el Alcalde y sus camaradas que no conocen el caso Nueva York. Basta ya. Hay que dejar la palabrería, el discurso, el grito, la paranoia, para aplicar a pequeña escala un plan como ese, antes de que esto se desmadre más. Pudo semejante urbe, no vamos a poder nosotros.

 –GERSAN-

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