Decálogo del populismo

Nelson Germán Sánchez

No sé si los amables lectores tuvieron la oportunidad de leer en la revista Semana de ayer –lástima que el artículo no hubiese salido en la sección Séptimo Día de nuestro diario-, el texto titulado Decálogo del populismo, que fue escrito según se reseña allí por el mexicano Enrique Krauze en el año 2005, pero como bien lo señala el medio, pareciera escrito para los tiempos de hoy en Colombia.

A manera de reflexión voy a permitirme hacer un pequeño resumen de dicho decálogo, que fui a consultar inmediatamente leí la nota. Esto, a propósito de lo que todos vemos, sabemos, presentimos y algunos callábamos frente a la forma más demoniaca y frívola de la política que nos está llegando en esta campaña presidencial, precisamente de la mano de dos protagonistas de orillas ideológicamente opuestas, a los que yo llamé coloquialmente principitos Uribe y Petro en mi columna anterior y que me valió dimes y diretes a mi celular, de los seguidores de uno y de otro, cada bando achacándole tal condición al líder opositor, al propio ni lo consideraron, en una especie de fundamentalismo.

Dice el decálogo que en nuestra América Latina, el llamado populismo ha adoptado una amalgama de posturas ideológicas de izquierdas y derechas, todas abusando de la palabra pueblo. Lo cual nos está pasando en Colombia.

El primer punto de ese decálogo es que esa forma populista exalta al líder carismático. El iluminado por fuerzas divinas que va a resolver ya los problemas de la gente. Es a su persona y cualidades que se entrega la gente. ¿Algún parecido con la realidad nuestra hoy?

En segundo lugar, según el decálogo de Krauze, el populista no solo usa y abusa de la palabra, sino que se apodera de ella. Miren lo que le pasó recientemente a un estudiante de una universidad con el principito de la extrema izquierda, cuando lo incomodó y este no le contestó, y trató de ridiculizar al joven. Por los mismos días, lo hizo el otro principito, el de la extrema derecha, con otro estudiante en otra universidad en el sur del país, cuando se le apoderó del megáfono para responder y ya no lo dejó preguntar más, porque también el cuestionario era incómodo y de su poco agrado. Sintieron que solo ellos eran poseedores de la verdad, nadie más.

Tres, a propósito de la verdad, el populista siente que solo ellos la tienen, pero además la poseen, que es esa y nada más, porque fabrican la verdad; es decir, la propia, la que se debe creer y punto. Elevan su versión a verdad oficial, dice el escrito mexicano, y por eso decretan verdades únicas. Les suena familiar que los dos personajillos en mención pregonan a voz en cuello que los ha perseguido la justicia, no les reconocieron los enormes cambios y beneficios que trajeron para el pueblo, los medios los persiguen y falsean sus logros, etc, etc, etc. “Como es natural, los populistas abominan de la libertad de expresión. Confunden la crítica con la enemistad militante, por eso buscan desprestigiarla, controlarla, acallarla”, dice el decálogo.

Cuatro, el erario es como su plata de bolsillo, es su patrimonio privado que pueden utilizar a su antojo para concretar “ideas brillantes”, proyectos grandiosos y de paso enriquecerse sin que medie control o supervisión en los mismos. No tienen en cuenta costos y por eso todo gasto es inversión, de ahí el resultado económico de sus administraciones. ¿Les suena segundo periodo Uribe, mandato bogotano Petro?

Cinco, el populista reparte directamente la “riqueza”, lo que pasa es que no lo hace con un beneficio social real, sino focalizada para asegurar obediencia y adoctrinamiento de causa.

Y como me queda poco espacio en el seis, el populista alienta el odio de clases; siete, moviliza permanentemente a los grupos sociales, apela, organiza y enardece las masas, dice el autor; ocho, fustiga por sistema a un enemigo exterior (hemos sido una colonia gringa burguesa o seremos otra Venezuela); nueve, desprecia el orden legal, el Congreso y la rama judicial deben seguir sus órdenes; y diez “mina, domina y, en último término, doméstica o cancela las instituciones de la democracia liberal. El populismo abomina los límites a su poder, los considera aristocráticos, oligárquicos, contrarios a la voluntad popular”. Saquen sus conclusiones; y para frenar suspicacias, quiero decir que la opción más viable para mí hoy es votar en blanco para la Presidencia.

–Gersan-

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