¡Que viva la música!

En el mes de marzo, la ciudad de Ibagué le muestra al país musical, especialmente al de la zona andina, cómo es posible concitar a cientos de personas en torno a los aires autóctonos, gracias a la tarea infatigable de la “Fundación Musical de Colombia”,

integrada por un puñado de tolimenses que han encarado el reto de mantener la tradición iniciada a comienzos del siglo XX por el inolvidable Alberto Castilla y su obsesión  por mantener vigente el trinar de cuerdas y el golpeteo de tamboras sobre el paisaje idílico del plan del Tolima y sus cordilleras aledañas.

Durante veintisiete años se ha celebrado “El festival Nacional de la Música Colombiana”. Igualmente “El Concurso Nacional de Duetos Príncipes de la Canción” llega a su versión XIX, y el nacional de composición Leonor Buenaventura, va por su decima sexta realización. El resultado de estos certámenes es bastante alentador: nuevos intérpretes se han proyectado a los escenarios colombianos, como también un grupo  de compositores  han expandido el repertorio de la música de cuerdas de este país.  


Del 18 al 25 de marzo tendrán lugar más de sesenta conciertos en instituciones educativas, barrios, auditorios,  museos, salas, parques, teatros, es decir, una verdadera movilización generada por los acordes de tiples y guitarras, lo mismo que las voces de jóvenes y  veteranos que asumen la música, unas veces como profesión, otras como entretenimiento, pero imbuidos siempre de un espíritu festivo y acompañados de un sentimiento raizal que los compromete con los espacios donde han interactuado siempre.


Resulta positivo que la programación incluya a los niños, ya sea como participantes de los coros, observadores de instrumentos o simplemente como espectadores de los conciertos. La única manera de que perdure este esfuerzo es que impacte favorablemente en las nuevas generaciones, porque los vientos huracanados de la mundialización de las manifestaciones artísticas presagian el arrasamiento de estas expresiones locales y la desaparición de las identidades esenciales, en nombre de la globalización económica, social y cultural.


 A manera de resistencia contra la marginalidad, escucharemos con nostalgia los pasillos y valses que nos recuerdan el pasado, acompañaremos los estribillos de los bambuqueros antioqueños, gritaremos con los sanjuaneros, con los bambucos fiesteros, aplaudiremos las canciones de protesta social y llenaremos calles y plazas para derrotar el frío de las tardes grises y las noches lluviosas.


Por pocos segundos estaremos en las pantallas de los noticieros o en las páginas coloridas de algunos diarios que hablarán del desarrollo del evento y de la respuesta de una comunidad ávida de espectáculos, sobre todo gratuitos, que le permita regocijar el espíritu, reafirmar  su sentido de pertenencia con la ciudad  y gritar con euforia: ¡Viva la música!

 Profesor Titular UT lcelemin@ut.edu.co

Credito
LIBARDO VARGAS CELEMIN

Comentarios