El valor de las protestas simbólicas

libardo Vargas Celemin

Mientras algunos grupos sociales siguen repitiendo consignas envejecidas y descontextualizadas, otras personas se valen de su creatividad para protestar y lanzar mensajes contundentes al mundo, sin la virulencia del grito, ni la perversidad de la calumnia. Esa nueva retórica está llena de humor, sarcasmo e ironía y, antes que lograr adhesiones gratuitas, quienes comprenden su sentido se vuelven incondicionales de una causa que defienden hasta las últimas consecuencias.

En la década de los 90 en Colombia tuvimos las salidas polémicas de Antanas Mockus, cuando era rector de la Universidad Nacional y después candidato a la Alcaldía de Bogotá, quien para poder callar las hordas de estudiantes que le impedían hablar, optó por bajarse los pantalones y exhibir su trasero, como forma de contrarrestar la actitud salvaje de sus oponentes. En otra ocasión lanzó agua contra sus contertulios argumentando que era mejor mojarlos que dispararles y, sus actitudes, chocantes para algunos, fueron ganando terreno y apareció una nueva forma de hacer política.

Pero en el mundo aparecen con alguna regularidad estos personajes que son capaces de desafiar el establecimiento, romper las barreras de los protocolos y lanzar enunciados que hacen reflexionar a mucha gente. El pasado 20 de julio, en Zurich, un comediante inglés interrumpió la rueda de prensa presidida por el controvertido dirigente del futbol Joseph Blatter, quien fue sorprendido por la pantomima que se desarrollaba ante sus ojos y solo vino a comprender la intencionalidad, cuando Simón Bradkin, conocido también como Lee Nelson, se le acercó y le dijo: “Como embajador del fútbol coreano me alegro de haber alcanzado un acuerdo con la Fifa para el mundial de Corea del Norte 2026”, mientras en el recinto la réplica de dólares seguía cayendo como una lluvia que inundaba la desteñida imagen de una entidad en decadencia.

Lee Nelson no necesitó un discurso arrasador, ni gritar improperios al anciano dirigente: unas pocas frases y una actitud de mofa bastaron para que en el mundo entero se revivieran los turbios negocios que hace unos meses salieron a la luz pública, con la orden de extradición de la cúpula de la Fifa a los Estados Unidos.

Puede que la personalidad de Bradkin tenga rasgos bufonescos, pues esta no es la única aparición sorpresiva que hace; ya lo había hecho al entrar en la gramilla del estadio donde se enfrentaban Everton y Manchester City, a calentar con uniforme distinto al de los dos equipos en contienda. También lo hizo en medio de la delegación británica, cuando abordaba el avión rumbo al Brasil y hasta en un concierto del rapero Kanye West.

Este mundo sería distinto si todas las protestas fueran simbólicas, realizadas por verdaderos creativos.

lcelemin@ut.edu.co

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