Lecciones que olvidamos

Ser honestos, disciplinados, obedientes, estudiosos, diligentes y respetuosos, eran virtudes que transmitían con severidad cada día los padres a sus hijos, sobre todo las madres, cuando éstas aún no tenían que trabajar para incrementar los ingresos hogareños y así poder amortizar cumplidamente hipotecas con intereses perversos y tener el último modelo de SUV para presumir ante los vecinos.

La crianza hoy es difícil: Cualquier bienintencionada apretada de tuercas a púberes retoños y alguien esgrimirá el Artículo 16 de la Constitución sobre el “derecho al libre desarrollo de la personalidad”.

No todo fue perfecto en el pasado, pero se percibe hoy en el comportamiento y la actitud de los jóvenes, voraces consumidores de tecnología, algunos alienados por ella, la falta de la urbanidad y buenos modales que se inculcaban en el hogar y en los bancos de la escuela, guía de cómo comportarse en la casa y en la calle, enseñanzas del cómo relacionarse con respeto y solidaridad con los demás; y ese saber perduraba en las personas así conductas familiares y modos sociales cambiaran con el tiempo.

Resucitar ahora los textos de Manuel Antonio Carreño o Bertrán de Lis, guía de generaciones en principios morales, éticos y de buena educación -muchos aún vigentes-, suscitaría risitas: “...las jovencitas deben bañarse la cara diariamente, y las manos y el cuerpo con tanta frecuencia como sea posible. Hablar poco y desconfiar de sí mismas”; “…al despojarnos de los vestidos del día para entrar en la cama, procedamos con honesto recato, en ningún momento aparezcamos descubiertos ni ante los demás, ni ante nuestra propia vista”.

“Jamás se deberá utilizar el tenedor para rascarse”; “Apuntar con el dedo es falta de educación, con la vista o con la cabeza es lo correcto”. Hoy, si lo señala, un atracador lo calificará de ‘sapo’.

Carreño intuyó vendedores ambulantes: “Si estamos detenidos en la acera, no esperemos que alguien llegue a solicitar permiso para pasar, de antemano ofrezcamos el espacio necesario.”; “No volvamos la cara para mirar a las personas que ya han pasado.” Miren a los doctos jubilados de la 12 con Tercera, voltean siempre para mirar la espalda de damas voluptuosas. “Por cortesía, cedámosle siempre el asiento a damas y ancianos” Un ingenio anotaba: nada hay que produzca más sueño a los que van sentados en un bus urbano, que una mujer embarazada o un viejito con bastón, parados al lado.

Hay reglas valiosas que tienen sentido por higiene y salud: “No arrojemos papeles ni basura a la calle” Observen las rejillas de los desagües de las alcantarillas, obstruidas por desechos que botan colegiales, conductores y gente inconsciente; “Llevemos un pañuelo a la boca si vamos a estornudar ó a toser.” Con estas pandemias de gripas y virus, esto debería ser obligatorio.

Los gobernantes locales deberían estructurar un proyecto pedagógico que estimulara el conocimiento de la urbanidad, el respeto por las normas. Es la Cultura Ciudadana que nos permitiría tener un entorno urbano grato y vivir en armonía.

Credito
POLIDORO VILLA HERNÁNDEZ

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