Niñez sin ilusiones

Tan pequeñita como sus menudas víctimas. Así fue la noticia de un diario nacional donde informa que Bolivia se ganó la infame singularidad como único país del mundo que legaliza el trabajo infantil, al promulgar en julio un reformado “Código Niño, Niña y Adolescente” que así lo autoriza, excepcionalmente (¿?), desde los diez años.

Y, lo insensible: la ceremonia incluyó -con visible satisfacción del presidente-, la entrega del texto ¡a un niño! Y se pensaba que los sacrificios de infantes en las cumbres andinas se habían acabado con la desaparición de los Incas.

Y después se ofenden que nos desprecien como primitivos estados tercermundistas. Esto es retroceder en el tiempo y oficializar la barbarie, porque en un país desorganizado y populista nunca habrá quién controle y castigue con rigor los abusos. En Venezuela parece que, por fortuna y por falta de comida, se enterró un proyecto desequilibrado del extinto comandante que determinaba que los niños, a partir de temprana edad, pertenecían al estado bolivariano y podían ser confinados para su adoctrinamiento. Fue también sueño de Stalin, Hitler, Mao, Castro y Hussein.

Los niños son arcilla en las manos de los adultos que los modelan -con educación y buen ejemplo-, como individuos felices o seres resentidos, y el resultado se transmitirá a muchas generaciones. El niño debe aprender a ser útil en su hogar, en el colegio, pero, obligarlo a picar piedra en una cantera o a recoger basura en las calles, frustra su educación, impide su pleno desarrollo y no habla muy bien de nuestra presuntuosa ‘civilización’.

¿Nos multiplicamos en demasía y hay exceso de niños, o será que la avaricia por la búsqueda del falsario edén del crecimiento económico nos impulsa a buscar mano de obra barata y matar lo que más queremos? En sólo América Latina y el Caribe, existen 13 millones de niños trabajadores (OIT). ¡Niños!: “Velloncito de mi carne/que en mi entraña yo tejí…” “…la esperanza del futuro con una rana en el bolsillo…”; “el amor hecho cosa visible”.

Herodes sería considerado hoy un buen padre sustituto, comparada su maldad con la violencia vivida por los niños en la cruenta limpieza étnica de Bosnia-Herzegovina, las masacres tribales inspiradas por algún dios despiadado en África, las muertes de menores por sicarios en vísperas del mundial del Brasil.

Violentados en el seno familiar, regalados, vendidos, abandonados, esclavizados, prostituidos, encarcelados, deportados, expatriados, explotados en minas, cultivos de coca, forzados a portar un fusil, y vistos con desdén por los adultos, el ser niño hoy es una condición azarosa, paradójicamente, cuando existen miles de buenas políticas, convenios internacionales, tratados, normas y divulgación de derechos que la miopía social no aplica.

Escribe el poeta Alejandro González: “¿Por qué no les damos el tiempo de ser niños? Una niñez sin amor, sin sueños ni juegos, da como resultado una gran cantidad de hombres tristes. Hay en la tierra millones de niños solitarios que no alcanzan a beber en las aguas limpias de la infancia.”

Credito
POLIDORO VILLA HERNANDEZ

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