¿Un mundo nuevo?

Polidoro Villa Hernández

Mientras que en esta patria algo relegada por la Providencia Divina, abundan huelgas y paros porque la percepción entre derechos y deberes se perdió hace rato, y la politiquería parroquial con elecciones cercanas comienza a blandir la palabra coalición -maquinación que se interpretaba antaño como sinónimo de ‘asociación para delinquir’-, el mundo retoma el tema de una conspiración mayúscula: El Nuevo Orden Mundial.

“Tendremos un gobierno mundial, les guste o no. La única pregunta es si ese gobierno se logrará mediante conquista o por consentimiento.”, dijo hace rato un magnate ante el senado norteamericano. Es el viejo y solapado anhelo de quienes acaparan poder y ambición: la dominación y control del mundo entero, tener bajo su mando gobiernos, economías y religiones y, con esto, a la humanidad a su disposición.

Un versado economista decía estos días que ante la cifra de 200 millones de personas desempleadas en lo que va del 2017, era necesario pensar en un ‘salario mundial’. Ojalá ese estipendio universal sea parecido al de Suiza y no al que pagan en Haití. Ante desventuras como un planeta que enterramos bajo la basura, terrorismo suicida, temor a una guerra nuclear que nos borraría y la creciente insensibilidad humana, la fórmula de esta conjura tiene cierta lógica cruel:

Ninguna clase media consumista: solo gobernantes y servidores; una población total ‘útil’ de mil millones de personas. Los estómagos sobrantes se enviarán al paraíso por sofisticados medios científicos; una única moneda mundial, pero cero dinero físico, sólo digital; un código unificado de leyes que aplicarán todos los tribunales del mundo; un ejército y una policía de gobierno mundial para hacer cumplir la ley en todos los países, dónde no existirán fronteras nacionales; los sumisos serán premiados con trabajo, comida y dormida, los revoltosos desaparecerán. No habrá armas de fuego entre los elegidos.

La naturaleza se beneficiaría con la despoblación. También los promotores del apocalipsis inducido: Multinacionales farmacéuticas -que hoy nos enferman el bolsillo-; otras corporaciones solventes; grandes banqueros internacionales; magnates del petróleo; la realeza europea –por aquí hay gente que posa de tener sangre azul, pero es que sufre de argyrosis-; medios de comunicación dóciles; organismos influyentes que mangonean los ricos más poderosos del mundo y, por supuesto, líderes e intelectuales que obsecuentes les harán el juego.

Las sucesivas crisis económicas, las guerras territoriales, étnicas, religiosas, azuzadas por elitista codicia y ‘respetables naciones’ mercaderes de armas, parecen orquestadas para que terminemos implorando que alguien todopoderoso venga a poner orden en el mundo.

Parece ciencia ficción, pero no sería raro que antes que muera la última generación que nació en el siglo XX, terminemos con un chip implantado en… salva sea la parte, y hayamos perdido el título de ciudadanos y readquirido el de siervos. ¡Hay indicios!

Comentarios