¿Perdemos potencia?

Polidoro Villa Hernández

¡Alerta! Hace unos días, un diario bogotano publicó -primera página completa- un anuncio gráfico que suscitó ansiosos intercambios de WhatsApp entre algunas febriles y exigentes señoras maduras, de esas que adoran la prepotencia machista, aunque su varón, como decían las bisabuelas, ya tenga “la pólvora mojada”. Predecía el encabezado: “Podría empeorar la impotencia sexual”. Un centro especializado ofrecía, compasivo, ayuda al caído.

En otro sugestivo anuncio de TV, horario AAA, un dedo pulgar que sube y baja dramatiza tanto fiasco conyugal, y da soluciones. Seguramente eso recuerde a los setentones que vieron en 1960 la película “Espartaco”, con Kirk Douglas, que en el circo romano el pulgar hacia abajo significaba ‘la muerte de todo el cuerpo’. Ojalá no sea una pandemia que origine la creación de un nuevo Ministerio.

Nada nuevo bajo el sol. Abundan los casos de incapacidad varonil, que aprovechan cazadores de ingenuos para vender caldo de cucho, miel con chontaduro, chuchuguaza, néctar de borojó, y “jugos levantamuertos de acción prolongada”. Así se popularizó la palabra afrodisíaco para brebajes que hombres inseguros le echan a escondidas por la noche a la sopa. Esposas solícitas, llevan demasiado tarde a sus cónyuges a misas de sanación, cuando deberían inscribirlos en ritos de resurrección.

El tema bulle en corrillos de café, donde níveas cabezas semejan el parque de los nevados. Lo curioso: hablan del problema como si fuera de los marcianos. Ninguno admite sufrirlo. Cierto, la disfunción eréctil del varón motiva chistes flojos y es lastre deshonroso sobre todo si se tienen 25 años. Pero esta masa creciente de veteranos, a quienes los pecados del demonio, el mundo y la carne solo les produce hoy, en su orden: desinterés, rigidez general por deudas e impuestos, y ácido úrico, no deberían tomarlo tan a pecho.

Hay hasta un circunspecto exmagistrado de 76 abriles, que dice que jamás ingiere comida enlatada porque los químicos producen ¡infertilidad! Suscita risas burlonas que no turban al soñador. Pero es que en este trópico sensual, donde los tradicionales conquistadores y proveedores envidian los atributos de Nacho Vidal y Porfirio Rubirosa, todos quieren llegar fértiles al horno crematorio.

Y es que inquieta una escena publicitaria: Una cama matrimonial y en ella una esposa insatisfecha mirando con adusto semblante al marido ‘flojo’ que tiene las manos en la quijada, desconsolado, como cuando golean a su equipo favorito. Tenemos mala suerte. Sufrimos secularmente la incompetencia política nacional y, ahora, además, ¡impotencia!

Problema difícil de remediar. Hasta los videntes, santeros y chamanes que dicen curar cualquier cosa, borraron ese servicio de los volantes que reparten en la carrera Tercera. Resulta más fácil sacar demonios, guacas y maleficios.

Ante la imposibilidad de adicionarle espiritualidad: ¿Será posible que al agua del acueducto en lugar de cloro le echen testosterona?

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