Dios recompensa el esfuerzo del ser humano por encima de los méritos

Jairo Yate Ramírez

« °°° - -«Señor, °°° “¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?” Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.» Mateo 20, 1-16. La recompensa de Dios para hombres y mujeres, al exponer su Reino, es la igualdad de oportunidades. Los sentimientos de Dios se convierten en universales: Todos se pueden salvar. La justicia divina va determinando a cada persona su nivel de esfuerzo, de perseverancia, de cumplimiento a lo que cada cual se compromete con Dios.

Algo a lo que nosotros no estamos acostumbrados es a recibir una recompensa diversa al trabajo, al tiempo, a la dedicación. Nuestros códigos de vida laboral y social son diferentes en su interpretación con respecto a la mente y a la misericordia de Dios. No es tan fácil comprender que a todas las personas se les dé el mismo trato, que a todos se les reparta la ración a su hora, que a todos se les cumpla el pacto convenido por un jornal de trabajo, sin tener en cuenta el tiempo utilizado; el punto es un jornal.

En materia de salvación es bueno ajustarse al entendimiento de Dios: “Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos”. Isaías 55, 8-9.

Entendemos que Dios ofrece una salvación con carácter universal, nadie es excluido mientras la misma persona no tome la decisión de negarse a salvar su vida, a pedir la oportunidad, a dejarse guiar por la Palabra de Dios. Una decisión se puede tomar en la mañana, al mediodía, en la tarde, a último momento, lo importante es que se decidió y aceptó la invitación de Dios a participar en el banquete de su Reino, a recibir lo que el mismo Dios había prometido.

La Gracia de Dios no se puede medir, la Gracia no se puede administrar como las leyes en el derecho; la Gracia de Dios no se le puede quitar a alguien para entregársela a otro; la Gracia de Dios es la bondad y la generosidad de la salvación que Dios ofrece para quien desee recibirla. Esa gracia es vida, es paz, es libertad, es perdón, es eternidad. En la mente de Dios prima su misericordia por salvar el mundo.

Las almas se salvan no tanto porque le reclamen a Dios: tanto tiempo, tanta dedicación, tanto esfuerzo; sino porque el día en que se decidieron lo cumplieron fielmente hasta el final. No hay que olvidar: “Dios dará a cada uno según sus obras” (Romanos 2,6). Cuida tu salud: “Compararse con los demás, es no tener en cuenta la justicia amorosa de Dios”.  

Arquidiócesis de Ibagué

Comentarios