A lo largo de 24 años este rotativo ha tratado de informar y opinar sobre el tema de la educación ya que creemos firmemente que los medios debemos hacerlo no solo para que los gobernantes y, quienes aspiren a serlo, tomen nota de la evolución y circunstancias en las que se debate esta actividad esencial y prioritaria en el desarrollo de las comunidades, sino porque estamos convencidos de que los padres deben saber más sobre educación que de fútbol o farándula.
Más cuando América Latina es la campeona en inequidad y esta situación solo puede aliviarse mediante una educación de calidad. En el subcontinente hay 40 millones de analfabetas, 10 de ellos menores de edad, a lo que debe añadirse que la calidad de la educación es baja aún en las mejores universidades de la región. (A propósito: ¿Sabe usted que el índice de analfabetismo del Tolima es superior al promedio nacional?).
Los países que no invierten en educación y no propugnan por una educación de calidad viven en la pobreza. Resulta sorprendente que por primera vez en la historia Colombia destine un presupuesto mayor a la educación que a la guerra. Aunque habrá que esperar a despejar las dudas e incertidumbres derivadas de las votaciones del plebiscito.
Lamentamos la delincuencia, la explotación, los niños en armas; cuando estos son los niños y ciudadanos dejados de lado por el sistema educativo.
La solución pasa por decisiones reales en recursos, voluntad, fórmulas eficientes y compromiso nacional para destinarlos y enfocarlos a lograr las metas. No es solamente publicar las cifras y lamentar. Se deben debatir los temas gruesos de inversión, rendición de cuentas y evaluación. Debe erradicarse la censurable situación de una educación pobre para los pobres y una rica para los ricos. Es un tema de construcción de sociedades más justas. Es la alternativa entre desarrollo y atraso y entre riqueza y pobreza. Actualmente la educación es un privilegio que se convertirá en un derecho cuando haya educación de calidad para todos.
¿A quién corresponde? Ante la perspectiva de decisiones políticas y electorales debe evaluarse si los candidatos tienen fórmulas para cambiar el estado de la educación, ya que resulta mejor alternativa cambiar de candidatos ante la ausencia de programas. La mala educación no es culpa de nadie, pero sí es un problema de todos.
No hay que preguntar qué tipo de mundo vamos a dejar sino que tipo de niños vamos a dejar al mundo.
Comentarios