La empanada más cara del mundo

Multar a alguien por comprarse una empanada, representa el abuso policial, pero también el atraso de una sociedad que es demasiado puritana para unas cosas, como, por ejemplo, para que algunos miembros de la fuerza pública, extorsionen a los pobres vendedores, con el fin de dejarlos poner un puesto de perros calientes, como se supo, ocurría en Bogotá.

Colombia es un país de absurdos y de sucesos insólitos. Aquello lo resumimos en frases como el país del Sagrado corazón, o Macondo, para homenajear a esa obra maestra de nuestro Nobel de literatura Gabriel García Márquez. Muchas veces esos episodios difíciles de creer, resultan siendo caricaturescos, tiernos y hasta en ocasiones positivos, pero en otras tantas, las injusticias o los horrores de la violencia, también hacen parte de ese compendio de cosas dolorosas que probablemente solo ocurran en la tierra que vio nacer a Gallito Ramírez.

Esta semana justamente se produjo uno de esos episodios que nos avergüenza, y nos ponen un sello en la frente a los colombianos: el del atraso cultural, el del abuso, y el de la Colombia de la que hablaban los chibchombianos Martín de Francisco y Santiago Moure en El Siguiente Programa, y que pareciera de mentiras: un país en broma.

A Stiven Claros, un joven bogotano, de clase media baja, residente del sector de La Castellana, en días pasados le fue impuesta una absurda multa, por causa de comprar una empanada en la calle, como hacen un 90% de los colombianos de clase media y baja a diario; y eso es algo que no es fácil de entender, y a la vez ha indignado a muchos colombianos, nos referimos a la forma como se ha interpretado la ley en ese caso. El joven, quien, en ese momento, escasamente tenía los 1000 pesos de la empanada, ahora deberá pagar una multa de 883 mil pesos, por motivo de la aplicación del artículo 140 del vigente Código de Policía, que pareciera demasiado ambiguo.

Reza el polémico artículo que se sancionará a quien promueva o facilite el uso u ocupación del espacio público en violación de las normas y jurisprudencia constitucional vigente, y aquello traducido en acción, representó sancionar a Stiven, quien ha dicho en medios de comunicación, no tener siquiera para pagar el semestre, y aquello ha despertado la solidaridad de los colombianos en redes sociales, quienes se han ofrecido a pagarle la multa a través de una vaca.

Lo lamentable, además del oso internacional que hicimos, es el ataque a la informalidad, que en Colombia ronda el 50% de los colombianos, y en Ibagué, es más del 50%. Es cierto que en nuestro país es necesario combatir esa modalidad laboral y fomentar el desarrollo, pero no de la forma en que lo ha hecho la Policía, y mucho menos atropellando a los vendedores, quienes muchas veces no tienen lo del diario para sobrevivir.

No hay trabajo formal, y a los informales en vez de formalizarlos, les pasamos por encima, pero también, a quienes se solidarizan con ese otro país que no lee la Revista Cromos.

REDACCIÓN EDITORIAL

Comentarios