Pequeñas y significativas acciones que mejoran la calidad de vida

Ibagué es una ciudad de presupuesto reducido, pero urgida de grandes obras para consolidar su progreso. Sin embargo, también hay acciones que se pueden llevar a cabo sin la necesidad de desembolsar multimillonarios recursos.

En el comienzo de esta administración, la alcaldesa Johana Aranda ha emprendido actividades significativas que envían el mensaje de que las obras no son solo cemento, sino que existen otras prácticas que pueden transformar la ciudad.

En Ibagué hay asuntos que por cotidianos parecen no merecer la atención de los gobernantes, que se hallan enfrascados en la resolución de importantes problemas o en la dirección de megaobras que legarán su nombre a la posteridad.

Algunas de estas dificultades, aparentemente menores, son los trancones en las horas pico, que se resuelven sin la intervención de los agentes de tránsito; la presencia de limpiavidrios agresivos en los semáforos o el desaseo de la Tercera, asuntos que no serían del resorte directo del mandatario, pero que si no se solucionan contribuyen a alimentar el malestar colectivo.

En estos asuntos ha intervenido, hasta ahora con acierto, la alcaldesa. Al problema de la ausencia de agentes de tránsito para controlar el tráfico en la congestionada avenida Ambalá en las horas pico, tarea que había asumido un grupo de jóvenes informales, anunció como solución capacitar a estos muchachos, para que trabajen dentro del marco de la legalidad y que cuenten con el respaldo de la administración local.

La queja ciudadana por la agresión con cuchillo de parte de un limpiador de vidrios a un conductor, en la calle 60, produjo la respuesta inmediata del secretario de Gobierno Municipal, Edward Amaya, quien se reunió con los informales que ejercen diversas actividades en los semáforos de dicha avenida, los llamó al orden y les pidió respeto por los demás ciudadanos.

Otro tanto sucedió con la Tercera, la vía más importante del centro administrativo y comercial de la ciudad, transitada a diario por miles de ibaguereños, pero invadida por vendedores ambulantes y en un estado de suciedad lamentable. Allí, la alcaldesa, escoba en mano, propuso a todos los ibaguereños participar en la recuperación de esta importante arteria.

Estas acciones, algunas simbólicas, que podrían parecer intrascendentes, lograrían originar un beneficioso efecto dominó, pues se puede contagiar este espíritu de aprecio por la ciudad y el bienestar colectivo, a los demás ámbitos ciudadanos.

Plantear soluciones a los problemas de Ibagué, debería contar con la participación de las comunidades, y los grupos sociales y productivos de la ciudad, bajo el liderazgo de la administración local. Es cierto que hay obras que necesitan grandes inversiones, pero se pueden buscar salidas creativas y económicas a dificultades en la movilidad, la seguridad o la convivencia, que pueden mejorar de modo notable la calidad de vida. Con seguridad muchos ibaguereños colaborarían con entusiasmo si se les convoca.

Esperamos que el ánimo no decaiga y este sea el comienzo de la transformación de la ciudad.

El Nuevo Día.

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