El otro consumo

Mucho se habla de los problemas de inseguridad que ocasiona el consumo de las sustancias psicoactivas como marihuana, basuco, cocaína, éxtasis y el enorme daño que causan a los jóvenes, a los niños, a las familias y a las comunidades.

Sin embargo, hemos aprendido a convivir con los conflictos que origina el exagerado consumo de alcohol en nuestra sociedad. Las bebidas embriagantes son toleradas, aceptadas, promovidas y son indispensables en las celebraciones públicas y privadas.

En el Tolima, y gran parte del país, las fiestas tradicionales son patrocinadas por las empresas cerveceras y las licoreras departamentales; esto hace que la promoción y venta de bebidas alcohólicas predominen en estos eventos. Recordemos que en las pasadas fiestas del folclor, se repartieron grandes cantidades de aguardiente, desde los carros oficiales que participaron en los desfiles.

El alcohol por sí solo no es un problema y tomarse una cerveza, una copa de vino o aguardiente, en forma ocasional, no produce mayores daños. Pero cuando se consume en grandes dosis y durante horas o días, como sucede en los fines de semana y mucho más en las festividades, trastorna el discurrir normal de la comunidad y ocasiona alteraciones del orden público, pues los consumidores se tornan en seres irresponsables, agresivos, conflictivos y camorreros.

La violencia intrafamiliar es alimentada por esta bebida. Lo mismo sucede con las riñas y los accidentes de tránsito. Esto también está obligando a la Policía a multiplicarse para atender estos incidentes y no le permite concentrase en otras situaciones causantes de inseguridad. Asunto aparte son los perjuicios económicos que acarrean al sistema de salud y a las empresas. 

            En Ibagué, so pretexto de reactivar la economía, se extendieron los horarios de rumba hasta las cinco de la mañana durante los fines de semana, pero una vez cerrados estos establecimientos, muchos de los rumberos se van a “desenguayabar” (es decir, a seguir ingiriendo licor) en otros lugares, lo cual está ocasionando que se tripliquen los casos de riñas, intolerancia y violencia intrafamiliar, según expresó a los medios de comunicación locales el secretario de Gobierno de Ibagué, Edward Amaya.

Esto ha llevado a la administración municipal a contemplar la posibilidad de prohibir la venta de bebidas embriagantes entre las 5 y las 9 de la mañana, porque, según argumenta el secretario de Gobierno, es en el “desenguayabe” (después de más de 8 o 10 horas de consumo continuo de alcohol), cuando se registra el mayor número de riñas.

Ingerir alcohol es legal y no se puede prohibir su expendio. Aunque ya se han impuesto restricciones de venta a los menores de edad y se ha limitado la publicidad de estos productos, es imperioso tomar más decisiones para controlar este asunto que es causante de numerosas tragedias.

Seguramente la Alcaldía está estudiando la forma legal de limitar el horario de venta de licor, y la medida puede resultar exitosa. Pero valdría la pena que se exploren otras maneras para conseguir que el alcohol no gobierne la vida de los ibaguereños, en actividades como las celebraciones de mitad y final del año.

 

 

El NUEVO DÍA

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