El lustrabotas Arcadio o ‘Auto fantástico’: la opacidad se convierte en brillo

Crédito: SUMINISTRADA - EL NUEVO DÍAArcadio Veloza es el lustrabotas más popular del Líbano, lo que lo llevó a aventurarse en la política y por 30 votos que le faltaron no logró ser concejal del municipio.
“El Auto fantástico”, aparte de ser el sitio de trabajo del lustrabotas o “embellecedor de calzado”, como prefiere que lo llamen, es también un tertuliadero político y del chisme parroquiano.
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Arcadio Veloza, eterno lustrabotas del Líbano es la presencia que he venido a visitar hoy. Estoy feliz de salir a su encuentro y poder conocerlo. Una vez más mis maravillosos seres anónimos se materializan.  Ellos siempre llenan mi alma de una emoción indescriptible. Es el enternecimiento insuflado por sus palabras sencillas, que pronto dejan al descubierto la calidad de sus almas y la candidez de sus corazones. El zaguán se llena de fiesta ahora porque llega Arcadio el lustrabotas con su “Auto fantástico”, a iluminar los rincones. El limpiabotas lleva 31 años en su oficio en el parque del Líbano y es más conocido con el alias de “Auto fantástico”: nombre que él mismo le dio a su caseta de trabajo.

La cita fue en su casa, un triste inquilinato en la calle 5 con 16. Arcadio no tiene sala, ni comedor, ni nada. Vive con su adorada hija en dos piezas: una que hace de cocina y la otra, el dormitorio. La entrevista la hicimos en un frío vestíbulo, donde se filtraban las voces de todos los inquilinos y que estaba adornado con una vieja mesa de madera y dos sillas de plástico, que Arcadio destinó para mi esposo y para mí. Él tuvo que rebuscarse su asiento y para ello arrastró una caneca destartalada que se hallaba por ahí y que le sirvió para este fin.

 

La niñez

“Auto fantástico” nació en San Juan de Rioseco hace 61 años.  Es campesino nato. Tuvo una atribulada niñez, marcada por el abandono de la madre y la crianza de un padre maltratador y alcohólico: “…Mi mamá dejó a mi papá cuando yo tenía siete años, éramos seis hijos, el menor tenía ocho meses y el mayor catorce, nunca se me olvida la fecha en que mi mamá se fue: un 8 de diciembre. Se fue con otro hombre y ahí fuimos saliendo uno tras otro…”. “Ella tuvo como cinco hijos con otros maridos y mi papá se consiguió una muchacha y con ella tuvo otros cinco, por todos somos como 16, a muchos, no los conozco…”.

“…Después, como a los seis años vi a mi mamá en Palocabildo y nunca le pregunté por qué nos había abandonado…”. Vivían en la finca del padre, cultivaban yuca, arracacha, café.  Cuenta que su papá, debido a la ausencia de la madre se dedicó a la bebida y empezó a vender sus propiedades, aparte que la ira la desahogaba con los hijos: “…Nos pegaba con lo que encontrara, con palos, con esas palas de revolcar café, aguantábamos mucha hambre, él nos ponía a trabajar y se tomaba la plata… yo no lo culpo porque uno tiene que ser consciente que a ellos los criaron así, nosotros mismos hacíamos de comer para los trabajadores, yo me levantaba con mis hermanos  a las 3 de la mañana a hacer el desayuno y el almuerzo…”.

“… El empezó a vender y a vender las cosas, tenía dos fincas y todo se lo tomó, nos dejó arrimados. Yo a los ocho años también tomaba, me bebía los cunchos que encontraba por ahí… mi mamá jamás volvió, ni a preguntar por nosotros, nunca”. Arcadio fue dos años nada más a la escuela, pero aprendió a leer, a escribir y a hacer cuentas.  No pudo seguir estudiando porque debía trabajar en la finca. Cuando cumplió los 12 años y ante tanto sufrimiento, decidió volarse de su casa y convertirse en un gamín en las calles de Rioseco: “… Comía de las canecas, dormía en un parquecito, en esas vainas que los niños se tiran y se deslizan, ahí debajo de eso, dormía yo, así duré como tres meses, hasta que alguien me vio y le contó a mi papá y él fue a recogerme; en todo ese tiempo no me cambié de ropa, ni me bañé, estuve una temporada en la finca y volví y me volé…”. En este segundo intento por librarse de su miserable vida, se fue para Palocabildo, donde tenía familia. Allá trabajó en las fincas, hasta que se hizo grande y se enlistó en el Ejército. Allí aprendió el oficio de lustrabotas.

 

Juventud desorientada

Cuando salió del Ejército, Arcadio se fue para Bogotá; consiguió trabajo manejando unas canchas de tejo y un prostíbulo. Duró ocho años en este oficio. El ambiente y la historia amarga de su niñez fueron decisivos para que se alcoholizara por completo: “… En Bogotá, bebía trago día y noche, recibía las canchas a las 9 a.m. y las entregaba a las 9 p.m., y ahí en la misma casa había un putiadero, yo manejaba eso desde las 8 p.m., hasta las 5 a.m.; llegaban 10 muchachas, teníamos 2 piezas para arrendar, cada que entraban, me pagaban. Como me dio cirrosis, me volví para Palocabildo a buscar a mi hermano, con el que trabajaba en la finca”. Con el hermano se dedicaron a ahorrar y cada uno reunió $300.000, que era buena plata: “… Cuando eso el jornal valía $1.000…”. Llegaron al Líbano en el año 1990 y montaron un negocio de bolsas plásticas, pues Arcadio conocía de este oficio y le enseñó a su hermano. La empresa aún existe, es “Bolsi-Plast”, en la 6° con 13. Al año de estar trabajando juntos, Arcadio decidió independizarse.

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Nace “Auto fantástico”

Nuestro personaje duró un tiempo vendiendo bolsas por las calles del Líbano, hasta que un día, se puso a observar a los lustrabotas del parque y descubrió que este negocio era mejor que el que tenía y como el oficio lo había aprendido en el Ejército, entonces le compró su primera “caseta” a un viejito que ya estaba por retirarse.  A los tres meses la desbarató e hizo otra en pura varilla, esa no le gustó y la arrendó, porque el negocio iba progresando y la que tiene actualmente: “El Auto fantástico”, la hizo hace 23 años; es toda metálica y colorida: “…Así se llama, por la película, me salió por $800.000, por eso me dicen así a mí, la gente llega y me dice: Auto fantástico, lústreme…” “…Empecé cobrando $200 por la lustrada, ahora vale $2.000, ahorita en diciembre completa tres años en ese precio, ya hay que subirle a $2.500. Yo he subsistido con esto pa’ comer y mis gastos y los de la niña, no he podido ahorrar por mi problema con la vista. No veo por un ojo y en el otro tengo un lente. Las gotas me cuestan $94.000. Eso me dependió de un golpe que me di de joven, me caí de un aguacate…”. “El Auto fantástico”, aparte de ser el sitio de trabajo del lustrabotas o “embellecedor de calzado”, como prefiere que lo llamen, es también un tertuliadero político y del chisme parroquiano.  A su vez, el carro le sirve a Arcadio como oficina de bienes raíces, ya que hace mucho es comisionista y tiene su cuaderno muy organizado con las solicitudes de predios que la gente le hace y las que otros le ofrecen para que les ayude a vender.  En este empleo ha padecido del cinismo de algunos clientes que se han negado a pagarle la comisión pactada.

 

Aspiraciones Políticas

“Auto Fantástico” hace como seis años se lanzó para el concejo municipal, por el centro democrático, era el #10 y perdió por 30 votos.  Ahora dice que está desmoralizado de ese partido por: “...la subida de Duque, que prometió subir salarios y qué!...  Esos no quieren sino el poder, ahora dizque poner a la gente a trabajar por horas…”.

Me despido del lustrabotas, pensando en las palabras del poeta Carlos Castro Saavedra: ¿Será que algún día se hará justicia con estos humildes seres?  Por lo pronto, sigue viajando y soñando en tu “Auto fantástico”, humilde Arcadio, que yo por lo menos desde esta sencilla crónica, trataré de que tu recuerdo perviva en la memoria de los Libanenses.

 

“Mi hija me cambió la vida”

Arcadio es padre-madre. Tiene una hermosa hija, que fue abandonada por su madre. La historia se repitió. Él tuvo que luchar por la custodia de la niña, al descubrir que la mujer que la trajo al mundo, lo traicionaba con otros hombres. Así se refiere a este triste episodio de su vida: “…Cuando la niña tenía un año, ella empezó a guevoniar, a conseguirse mozos, yo la encontraba a veces con los fulanos.  Yo puse en conocimiento de Bienestar la situación y a los cinco años me dieron la patria potestad de la niña. Ella se iba a las discotecas a tomar trago y yo cuidaba a mi hija…de chiquitica y toda la vida me la llevaba para el parque y allá todos la conocen, yo no la dejaba con nadie, dormía conmigo y me tocó duro para que se acostumbrara a la camita de ella…yo iba a las reuniones de padres de familia y participaba en todo lo de la escuela, la Blanca Sáenz y luego en el Alfonso Arango, allí está en grado 11. Todavía la llevo y la traigo del colegio. En las escuelas, yo arreglaba los baños, los jardines y era presidente de la junta de padres…”

El lustrabotas, vive por su hija, ha visto responsablemente por ella desde que nació y jamás se han separado. Por ella dejó el trago y nunca volvió a formalizar otra relación: por el temor de que le hicieran daño a su más valiosa joya.

Credito
Lucía Esperanza Sánchez Arango.

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