Claridad, Presidente, claridad

Guillermo Pérez Flórez

Creo que al presidente Juan Manuel Santos se le comienza a escapar de las manos la posibilidad de poner fin al conflicto armado. Y esta es una mala noticia. No para él, desde luego, sino para el país. A Santos no le pasará nada, como no le pasó a Pastrana ni a Belisario en sus fracasos políticos, y como no le ha pasado a ningún expresidente colombiano.

Y pienso que esto comienza a naufragar por falta de claridad y pedagogía. Las Farc han dicho, desde el principio, al igual que el Eln, que no piensan pagar ni un solo día de cárcel. Aún así, se ha seguido adelante con la negociación, pensando quizás que sobre el proceso será posible convencerles de que lo hagan. A mí me parece que esto es no conocer a las guerrillas colombianas, luego de cincuenta años de conflicto militar y violencia.

Para las Farc y el Eln esta guerra la empezó el Estado, o mejor, la oligarquía colombiana y no se sienten victimarios sino víctimas. Esto es lo primero. Admiten que han cometido errores, excesos, pero jamás se van a declarar responsables únicos de esta tragedia ni van a pedir perdón. De allí que insistan en la necesidad de que antes de la firma del acuerdo final se den a conocer las actas de los consejos de ministros que “desde los años veinte del siglo pasado se guardan en secreto como si la historia fuera necesaria taparla para que no se juzgue. Que se abran los archivos de la policía secreta, de los agentes de inteligencia del Estado (SIC, DAS, fuerza pública en general, Ministerio de Guerra, hoy de Defensa, en lo relacionado al conflicto interno, y de Gobierno, hoy del Interior)”. Según lo manifiestan en su comunicado del pasado viernes 24 de abril.

De otro lado, el Gobierno está enviando mensajes ambivalentes. Un día le dice al país que la paz está muy cerca, como sucedió en la pasada campaña presidencial, cuando cinco días antes de las elecciones se filtró que estaba listo un acuerdo con el Eln. Pero luego se supo que no, que las cosas aún estaban crudas, muy crudas. Otro día siembra dudas en torno al futuro de las negociaciones y asegura si le toca “correrse” de la negociación, se corre. Y así se afirma también que las Farc tienen que pedir perdón, que mientras no lo hagan no habrá paz, y le echa cebo al candil.

Hacer la paz tiene unos costos políticos para quienes han dirigido este país y más vale sopesarlos antes de seguir adelante. Creo que se sobrestimaron los triunfos militares y se pensó que las guerrillas correrían presurosas a firmar su rendición. La cosa no pinta bien, y es necesario replantear las cosas, antes de que hagamos el ridículo internacional.

El Gobierno está dando bandazos y juega al compás del uribismo, que le marca los tiempos y los ritmos. El expresidente Mujica anuncia viaje a La Habana para hablar con las Farc, a petición del gobierno pero al minuto Santos aclara que no le ha nombrado mediador.

El Presidente tiene que emplearse a fondo, pasar de ser un activista a favor de la paz para ejercer un liderazgo nacional, el uribismo lo tiene políticamente acorralado. Se requiere claridad en el rumbo de las negociaciones.

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