Espejismos y no realidades (I)

Alberto Bejarano Ávila

Parece estar de moda un tácito pacto sofistico-mediático que usa espejismos para evadir la lectura de esa realidad que nos indica por dónde empezar a construir el progreso tolimense. Por tal razón en texto anterior señalé que apelaría a la heterodoxia económica para intentar mostrar ideas y hechos ciertos, próximos y posibles, que permitan iniciar la siempre diferida tarea de construir nuestro desarrollo e inicié sugiriendo que muchas comunidades podrían fundar cooperativas u otras formas asociativas para instalar paneles fotovoltaicos y/o micro plantas hidráulicas y eólicas que producirían parte de su consumo energético y así disminuir el costo del recibo y contribuir a la sostenibilidad ambiental, iniciativa que en otras regiones ya no es una potencialidad sino una demostración real del ignorado poder comunitario.
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Pero tal sugerencia no es única porque entonces no habría oposición racional a los sofismas gubernamentales como aeropuerto internacional, metro elevado para Ibagué y más delirios que, por no juzgarse con rigor analítico-mediático, reducen la madurez de opinión e impiden un diálogo realista para trazar las coordenadas correctas que nos guíen hacia el desarrollo. Si anhelamos construir prosperidad real para los tolimenses, la premisa esencia dirá que el desarrollo debe ser auténtico y que ello es posible si la visión económica es incluyente, pues solo así podemos imaginar y construir una economía que verdad genere ahorro, inversión interna, empleo, miles de propietarios tolimenses y progresividad del modelo endógeno.

Doy ejemplos, e inicio con uno subvalorado por su tragicómica conexión con la politiquería y porque desentona en la “macro visión de gobernantes y prospectivistas del desarrollo” en el Tolima. Se trata de la tamalería como actividad económica que hoy emplea a centenas o millares de tolimenses; que usa materia prima regional; que visto con enfoque acumulativo puede equipararse a una gran fábrica capaz de producir anualmente millones de unidades; que sus ventas y ganancias se tasarían en varios miles de millones de pesos; que es referente de tradición del territorio, que congrega familias y amistades alrededor de una mesa.

Si esto es verdad, entonces por qué la tamalería es invisible para los exegetas del desarrollo, la universidad y el Sena; por qué no se instituye la asociación de productores y proveedores de materia prima (imagina uno grandes plantíos de bijao); por qué no merece extrapolación econométrica; por qué no se homologa su producción, se tecnifica sus procesos y se busca la denominación de origen; por qué no se investiga sobre embalaje y transportes a mercados en el país y el exterior; por qué no es merecedora de planes estratégicos de mercadeo. En fin, siendo una realidad que puede multiplicar empleo y divisas para el Tolima, es difícil que el vernáculo y humilde tamal compita con el sofisticado y sofístico aeropuerto internacional.

Daré más ejemplos de cómo al potencial productivo y generador de riqueza para el Tolima es opacado por percepciones alucinadas, esnobismos y falta de rigor analítico. Sigue…

ALBERTO BEJARANO ÁVILA

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